Desde el descubrimiento de la penicilina podemos tratar infecciones que gracias a los antibióticos consideramos leves, pero que antaño podían resultar mortales. Sin embargo, desde el descubrimiento de la daptomicina en 1987, nuestro arsenal de antibióticos no había tenido nuevas incorporaciones. Y mientras las bacterias han ido mejorando su resistencia a los antibióticos de toda la vida, dando lugar al nacimiento de las llamadas superbacterias, frente a las que poco podemos hacer. El resultado son cientos de miles de muertos al año, un número que se temía que siguiera creciendo.
Esa es la razón por la que los médicos desaconsejan automedicarse con antibióticos y por la que los tratamientos con ellos tienen una duración determinada, pues tanto un tratamiento insuficiente como excesivo con antibióticos fomenta la resistencia a los medicamentos.
Las razones por las que la investigación en nuevos antibióticos se había detenido son diversas. En primer lugar, los que habíamos descubierto ya eran los compuestos más fáciles de encontrar, y para hallar nuevos medicamentos había que desarrollar nuevas técnicas de investigación. Además, los incentivos jugaban en contra de la industria farmacéutica, ya que ante la gran inversión a realizar y la posibilidad de que las bacterias desarrollen resistencia antes de que se rentabilice, además de las amenazas de forzar una reducción de precios por parte de las autoridades, no ayudaban a las empresas a decidirse.
La teixobactina abre una puerta a la esperanza
Un equipo de científicos equipo de científicos liderado por Losee Ling, de la compañía biotecnológica estadounidense NovoBiotic Pharmaceuticals, acaba de publicar en Nature los resultados de sus investigaciones sobre un nuevo antibiótico llamado teixobactina. El fármaco no sólo es capaz de matar a un buen número de bacterias gram positivas, causantes de enfermedades como colitis, tuberculosis, conjuntivitis, meningitis o neumonía: tampoco generan una resistencia inmediata entre las bacterias supervivientes a su ataque.
Además, los investigadores creen que, aunque resulta difícil determinar si en el futuro las bacterias podrán vencer también a la teixobactina, no esperan que esto se produzca en unas cuantas décadas. La razón es que actúa atacando las paredes celulares de las bacterias, un modo de acción similar al de otro antibiótico descubierto en los años 50, la vancomicina, frente al cual las bacterias tardaron treinta años en desarrollar resistencia. Este periodo podría ser aún mayor en este caso debido a que la teixobactina actúa contra varios objetivos y no sólo uno.
Otra razón para la esperanza es que este hallazgo es el primero de una nueva forma de investigación que podría dar aún más frutos. Hasta ahora lo que se hacía era cultivar en laboratorio bacterias y hongos del suelo y probar su capacidad de producir antibióticos. Pero de todas las especies que hay en el suelo sólo una pequeña parte pueden cultivarse en el laboratorio. Para evitar ese problema, el equipo de NovoBiotic desarrolló una membrana semipermeable que les permitía 'engañar' a las bacterias haciéndolas creer que seguían en su entorno natural cuando estaban en un laboratorio. De este modo analizaron 10.000 cepas de bacterias hasta encontrar una que producía la teixobactina.