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La guerra contra las drogas condena al dolor a cientos de miles de enfermos de cáncer

4.000 millones de personas viven en países donde la regulación sobre narcóticos deja a los enfermos sufriendo dolores insoportables y evitables.

4.000 millones de personas viven en países donde la regulación sobre narcóticos deja a los enfermos sufriendo dolores insoportables y evitables.
Dos marines junto a tres niños que trabajaban en una plantación de opio en Afganistán. | Flickr/CC/ISAF

El dolor provocado por un cáncer puede llegar a ser insoportable y en el caso de pacientes terminales, un sinsentido difícil de explicar con argumentos racionales. Por eso, unos cuidados que alivien ese dolor se consideran parte esencial del tratamiento de estas enfermedades. Sin embargo, en todo el mundo, 4.000 millones de personas viven en países donde la legislación, pensada para evitar a los ciudadanos el sufrimiento derivado de la adicción las drogas, condena a muchos otros a una tortura atroz. Esta es la denuncia lanzada por un equipo internacional de científicos que ha realizado el mayor estudio hasta la fecha sobre la disponibilidad de opiáceos en el mundo para tratar el dolor en enfermos oncológicos.

El equipo, liderado por la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO, de sus siglas en inglés), analizó las dificultades para tratar de forma adecuada el dolor en todas las regiones del mundo salvo Europa, Norteamérica y Oceanía, las más desarrolladas, que ya tenían datos sobre la materia. Ese análisis desveló, en primer lugar, que existe una relación entre el desarrollo de los países y el acceso a los opioides que pueden aliviar el dolor de los enfermos. Así, en un estudio que se hizo por regiones, Japón, Israel o Sudáfrica fueron los países con un mayor nivel de consumo de estos analgésicos para uso médico.

El trabajo, que se publica en la revista Annals of Oncology, muestra la gran disparidad entre países. África, la región más pobre del planeta, con un 36% de sus casos de cáncer provocados por infecciones, el doble que en el resto del mundo, ha visto agravado su problema de acceso a los medicamentos paliativos por la epidemia de VIH/sida. Esta enfermedad precisamente se muestra como ejemplo en el informe sobre el drama al que se enfrentan muchas personas con dolor en ese continente. En un ensayo realizado con 500 personas que asistían a clínicas para infectados con el virus en Sudáfrica, alrededor del 40% tenía dolor moderado o intenso y casi ninguno recibía fármacos para hacerle frente. Un 29% de los enfermos en zonas rurales y un 55% en las ciudades no recibían ningún tipo de tratamiento. Ninguno recibía analgésicos fuertes y solo a un 3% de los que vivían en ciudades se les recetaba medicamentos leves contra el dolor.

Por otro lado, en un ensayo llevado a cabo con 182 individuos con cáncer que sufrían dolores intensos en Nigeria y que muestra la eficacia de los cuidados paliativos, el tratamiento con morfina oral, el dolor de un 85% de esos pacientes pasó de un 8 sobre 10 a un 5.

Los autores del estudio publicado ahora también entrevistaron a las autoridades de los países africanos. Pese a que África es el continente con menor consumo de opioiáceos del mundo, muy por debajo de las recomendaciones de los expertos en cuidados paliativos, los responsables de cambiar la situación se mostraban satisfechos con el funcionamiento de sus sistemas regulatorios. Además, estas personas no conocían o mentían sobre la realidad de sus propios países y afirmaban que algunos analgésicos concretos estaban disponibles cuando no se podían encontrar en ningún lugar del país. Esta ceguera de los gobernantes también se identificó en Latinoamérica. Allí, preguntados por los obstáculos para ofrecer a sus ciudadanos cuidados paliativos adecuados, los responsables de la administración señalaban la falta de personal, las dificultades para conservar los medicamentos o los procesos administrativos, pero las propias regulaciones no se percibían como impedimentos por sus propios autores.

Por último, en un problema que comparten, aunque en menor medida, todas las regiones analizadas, la educación a los profesionales de la salud sobre cuidados paliativos tiene mucho que mejorar. En Nigeria, por ejemplo, el 90% de los médicos no habían recibido formación sobre la materia, solo un 20% trataba a sus pacientes con analgésicos fuertes y solo el 50% consideraría dar opiáceos a los enfermos, incluso si se quejaban de un dolor muy intenso provocado por el cáncer. En Latinoamérica, la falta de formación también era generalizada, aunque países como Cuba y Uruguay sí que cuentan con entrenamiento específico. En Asia, donde la excepción son países como Japón, Corea del Sur o Hong Kong, se encuentran casos como el de Tailandia. Allí, en un estudio realizado entre 219 médicos, un 62,1% tenía un conocimiento inadecuado sobre el tratamiento del dolor en enfermos terminales y el 33,8% tenía una visión negativa del uso de opiáceos para tratar el dolor producido por el cáncer.

India: exportador de opiáceos que no consume

Otro caso estudiado y particularmente llamativo es el de la India. En tres de los estados del país se produce la materia prima con la que se producen analgésicos en todo el mundo, pero solo una ínfima parte va a parar al mercado interno para uso médico. Pese a ser un productor, su consumo de opiáceos es menor incluso que el de casi todos sus vecinos asiáticos. Una de las razones que explican esta escasez de fármacos para tratar el dolor de los enfermos de cáncer es la legislación india de control de drogas de 1985. Esta ley, que imponía una prisión mínima obligatoria de diez años para cualquier violación de la norma, hizo que muchos distribuidores de medicamentos se deshiciesen de su morfina ante el riesgo de sufrir estas sanciones draconianas. Además, este tipo de legislación inculcó el miedo en los médicos, que no la aplican e incluso enseñan a sus alumnos a evitarla. Pese a que ahora ya es posible modificar en parte la norma desde los estados, solo uno, Kerala, cambió la regulación. Allí, con solo el 2,5% de la población, se consume el 30% de los opiáceos y se encuentran el 75% de los centros de cuidados paliativos.

La situación de los cuidados paliativos en India llegó a llamar la atención de la ONG Human Right Watch, que escribió un informe denunciando la mala atención que recibían los enfermos terminales titulado Unbearable Pain: India’s Obligation to Ensure Palliative Care.

En Oriente Medio, donde al igual que en Ásia el impacto del cáncer sigue agravándose por el envejecimiento de la población y la adopción de comportamientos de riesgo como fumar, los autores encontraron datos preocupantes. En una encuesta a estudiantes de medicina de último año en Arabia Saudí, la mitad de los que respondieron consideraban que el dolor que provoca el cáncer no se puede tratar y un 40% lo tomaba como un problema menor.

Como resumen, los autores afirman que, aunque existen problemas con la distribución de los analgésicos en algunos de los países analizados, el principal problema es el exceso de regulación que hace más difíciles a los médicos recetar y administrar estos medicamentos. "La sobrerregulación en gran parte de los países en desarrollo está dificultando de manera catastrófica proporcionar la medicación básica para aliviar el dolor intenso provocado por el cáncer", ha afirmado en un comunicado Nathan Cherny, presidente del Grupo de Trabajo de Cuidados Paliativos de la ESMO y líder del estudio. "Cuando uno considera que hay tratamientos efectivos baratos y disponibles, la falta de tratamiento para el dolor que provoca el cáncer y sus horrendas consecuencias para los pacientes y sus familias es un escándalo de proporciones globales", ha aseverado.

Los autores concluyen pidiendo a los gobernantes de los países retratados en su informe que estudien sus conclusiones y tomen medidas para cambiar una situación que, frente a la intención con que fueron escritas las leyes que la han creado, está causando una gran cantidad de dolor. Además de la reforma legal, será necesario garantizar la distribución de los fármacos, mejorar la cooperación entre las autoridades reguladoras y educar tanto a los profesionales de la salud como al público en general sobre la importancia de los cuidados paliativos. Es el momento de acabar, en palabras de Cherny, con "una tragedia surgida de buenas intenciones".

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