Hace cinco años, un trasplante de tráquea permitió respirar de nuevo a Claudia Castillo, una colombiana de 30 años. Una tuberculosis le había dañado las vías respiratorias y se ahogaba. Entonces, el ahora profesor de Medicina Regenerativa del Instituto Karolinska, Paolo Macchiarini, propuso una intervención que no se había hecho nunca. El investigador, que entonces era responsable del servicio de cirugía torácica del Hospital Clínico de Barcelona, dirigió una operación para trasplantarle la tráquea de un hombre de 51 fallecido por hemorragia cerebral. Y logró hacerlo sin necesidad de desconectar su sistema inmune para que el organismo, al entrar en contacto con un órgano extraño, lo rechazase.
En lugar de optar por la inmunosupresión, que tiene consecuencias negativas para la salud, el equipo médico limpió la tráquea del donante de las células que pudiesen provocar problemas. Después, en la Universidad de Milán, se cubrió esa estructura con células cultivadas a partir de tejidos de la propia paciente. Con estas técnicas de medicina regenerativa se logró un órgano híbrido capaz de resolver los problemas de Claudia pero que el organismo reconoció como propio.
Aquel trabajo, publicado en 2008 en The Lancet, fue contestado porque, según dijo en 2011 el director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), Rafael Matesanz, "nunca se presentaron datos de seguimiento de la paciente". Hoy, también en The Lancet, el equipo que ha realizado el seguimiento concluye que cinco años después la paciente sigue disfrutando de una buena calidad de vida y no ha sufrido ningún rechazo del órgano implantado. En todo este tiempo, "la paciente nunca ha dejado de realizar sus actividades habituales", ya sea trabajo, ocio o relaciones sociales, "salvo por los días en que tuvo que estar en el hospital para su seguimiento", escriben en el artículo.
La operación, no obstante, también tuvo alguna complicación. Seis meses después del injerto, se comenzó a estrechar una parte de la tráquea provocando a Claudia Castillo toses cada vez más intensas. Para resolver este problema fue necesario implantar una estructura circular con la que mantener abierto el orificio necesario para la respiración, algo que, según los autores del estudio, acabó con las toses. Los resultados confirman, según Macchiarini, que estos trasplantes que emplean ingeniería de tejidos como los aplicados para adecuar la tráquea son "efectivos y seguros a largo plazo".
Aspectos que mejorar
En un artículo que se publica junto a los resultados de Macchiarini, Alan J Russell de la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh (EEUU), se muestra algo menos entusiasta debido a que "la paciente en este estudio no se recuperó del todo". "Pese a someterse de forma heroica a las necesidades de la investigación, la paciente sigue sufriendo complicaciones por la cicatrización" en el lugar en que se injertó la tráquea. No obstante, Russell reconoce el gran valor del trabajo y afirma que se trata del "final del principio" para la ingeniería de tejidos y que se ha puesto la base para comenzar a probar este tipo de técnicas en otras especialidades.
Desde 2008, Macchiarini ha seguido trabajando para introducir nuevas innovaciones para introducir en la práctica diaria la ingeniería de tejidos. En 2011, en realizó el primer trasplante de una tráquea totalmente sintética, que se implantó a un paciente de cáncer. Como en el caso anterior, se cubrió la estructura con células del propio paciente cultivadas sobre el órgano. La posibilidad de utilizar órganos sintéticos ahorraría los tiempos de espera necesarios para lograr un órgano de un donante. De momento, no obstante, esta tecnología, como muestran los problemas de cicatrización de la paciente trasplantada hace años, aún cuenta con un amplio espacio para la mejora. Además, aún se trata de un tratamiento experimental muy complejo. La tráquea artificial trasplantada en 2011, por ejemplo, se construyó en Reino Unido, se preparó en EEUU y se trasplantó en Suecia.