La izquierda y el foie
Pío Moa se preguntaba en estas mismas páginas de Libertad Digital acerca de las razones que llevan a numerosos votantes a seguir respaldando una opción política, como es el PSOE, que les ha defraudado sistemáticamente desde por lo menos 1993. La actualidad acaba de revelarnos otro argumento, en apariencia frívolo pero que no lo es tanto como parece.
La medida norteamericana no tiene una repercusión económica demasiado gigantesca, aunque tampoco es desdeñable. En 2003 los franceses exportaron a Francia 103 toneladas de foie y otras 300 de embutidos. Estados Unidos es por tanto un cliente importante para la industria del lujo alimentario francés. También le perjudica, inevitablemente, la sombra de duda que una medida de esta naturaleza proyecta sobre la qualité francesa, uno de cuyos símbolos apreciados en todo el mundo era el foie.
Parece que hay un preinforme norteamericano de hace algunos meses avisando de la posible adopción de medidas de este tipo, aunque nadie en Francia le da crédito. La prensa clama, como Sarah Bernhardt interpretando un dramón de Víctor Hugo, contra la nueva cruzada antifoie, tan neoconservadora.
En realidad, Estados Unidos está aplicando a Francia las mismas medidas que los franceses aplican contra todo género de producciones agroalimentarias de fuera. Es difícil de entender que los José Bové de turno quieran al mismo tiempo proteger de la globalización sus propios productos y abrir los de los demás a los suyos, en este caso sus preciados foies.
La respuesta a esta aparente contradicción nos lleva a suministrar a Pío Moa un argumento más de por qué la izquierda sigue teniendo predicamento. Y es que en buena medida la supervivencia de la izquierda es cuestión de foie, es decir de estética.
Ser de izquierdas hoy en día, por lo menos entre quienes controlan la producción de ideología y las actitudes dominantes, no quiere decir creer en unos valores, ni afirmarse en determinados objetivos que requieren sacrificio, trabajo y tenacidad. Ser de izquierdas hoy en día es optar por la facilidad y la falta de esfuerzo: es no hacerse preguntas, no creer en nada, relativizar todos los valores y acabar aceptando, como único criterio de conducta, algo tan etéreo y tan indefinible como es el gusto.
En contra de lo que a veces se piensa, y por volver a un asunto que ya he tratado alguna vez aquí, los españoles fuimos pioneros en este campo. Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza fomentaron un espíritu de esnobismo estético que es típico de una izquierda que entonces ni siquiera concebía la posibilidad de ser socialista y que ahora ya no puede seguir siéndolo.
Entonces la clave de ese esteticismo que permitía reconocerse entre ellos a los adeptos a la secta, y hoy a los de izquierda que lo son ya de toda la vida, fue un remedo del ascetismo franciscano. La secta actual, con mucho más dinero, la ha sustituido por el foie o mejor dicho, por “nuestros foies”.
Habrá que ver la cara de asco que habrá puesto Teresa Heinz, la esposa del candidato demócrata John Kerry, cuando se haya enterado que por ahora no puede tomar foie del bueno, del de los suyos, cuando se desplaza a los mítines de su marido en lo que llama “la ardilla voladora”, es decir su jet privado.
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