Señores,
Ahora, vámonos a los primeros años de Internet. No sé si recordarán que la gente se instalaba una cosa llamada Seti@Home, un programa que empleaba las horas muertas de tu PC en las que no estabas usándolo para procesar datos que le llegaban en paquetitos, con la vana pretensión de encontrar patrones que demostraran que hay vida inteligente en otros planetas y que nos están atiborrando a mensajes profundos enviados desde el espacio estelar. Hum. Muchos proyectos que requieren gran cantidad de tiempo de proceso se han creado con la misma dinámica. Así, tu ordenador puede ayudar a buscar púlsares, predecir el clima o las interacciones entre proteinas, en fin, cosas del todo fascinantes que seguramente te proporcionarán horas y horas de fascinante tertulia de café. Prácticamente toda actividad compleja funciona en el mundo del mismo modo: distribuyendo la carga de la tarea entre múltiples ejecutantes. Desde un hormiguero hasta una orquesta, pasando por una fábrica, la caza de mamuts, la fotosíntesis o una granja de servidores web.
Pues bien, me gustaría unir ambos conceptos (la máquina engañosamente movida por seres humanos y la distribución de carga de trabajo en unidades elementales) en este asombroso servicio de Amazon. Amazon ha llegado a la conclusión de que hay muchas micro-tareas que no pueden desempeñar -todavía- las máquinas, y por lo tanto, ha construido una herramienta que permite, por un lado, que los empresarios especuladores esclavistas compren unidades infinitesimales de tiempo de trabajo escasamente cualificado y altamente repetitivo, y por otro los pobres obreros explotados vendan segundos de vida a cambio de incentivos económicos siempre insuficientes. Para que se hagan una idea, las tareas pueden ser evaluar los resultados de una búsqueda de un buscador, identificar caras, grabar datos, decidir si determinados sitios web son para todos los públicos, encontrar imágenes de pájaros, reescribir frases conservando el sentido, grabar sonidos, buscar productos que hagan lo mismo y con distinto precio, diseminar enlaces por la blogosfera para engañar a Google... Como verán, se trata de cosas espantosamente aburridas, terriblemente mecánicas, pero que requieren que un ser humano con un cociente intelectual ligeramente superior al de una anémona les preste una mínima cantidad de tiempo. A cambio, el usuario final se verá retribuido en su cuenta de Amazon con cantidades sumamente variables. Por ejemplo, reescribir una frase se paga con $0.04, comentar y votar un artículo con $0.03, encontrar la dirección física del propietario de una web, con $0.02, en fin. Yo deduzco de todo esto que, al final de su vida, habrá muchos internautas que se arrepentirán de no haber gastado esos segundos de tiempo en besar a su hija o hacer macramé. Al final, la ganancia de la gente en Internet se cuenta en céntimos, pequeños céntimos que van entrando poquito a poquito, una visita, un céntimo, un click, otro click.
La conclusión de todo esto es que Internet es un gigantesco complejo de pirámides en construcción, en el que los tres faraones GYM que se disputan la cantera nos emplean como microsiervos a su voluntad. Arrastramos bloquecitos de bits en este impresionante desierto por colonizar a cambio de casi nada, pero sin nosotros todo el castillo se desmoronaría. La inmensidad de Internet se queda pequeña sin un post en este blog, sin un hombre haciendo click en un anuncio, sin un diminuto enlace en un foro olvidado o sin un tipo que disputa una palabra en un artículo de la Wikipedia. Somos unos enanos gigantes abandonados a nuestra suerte en esta maraña de cables de colores.
Diminutamente,
Fabián, su chico clickador.
Fabián es un ex-miope y astígmata converso