Para poco más sirve el último grito en telefonía móvil que está haciendo furor entre los usuarios más, digamos, analógicos. Se llama Hop-on 1800 y es un móvil que tiene dos funciones básicas: llamar y recibir. Así de simple. No se pueden enviar mensajes, ni tiene bluetooth, ni GPRS, ni cámara de fotos... por no tener no tiene ni una mala agenda para llevar los contactos, y aunque la tuviese, de nada le serviría porque el Hop-on carece de pantalla. Es, por decirlo suavemente, un móvil puesto a régimen, despojado de toda la farfolla tecnológica que cumple con lo mínimo imprescindible que puede pedírsele a un movil: hablar.
El diseño es infame (no he encontrado mejor adjetivo) y, a modo de guiño a la modernidad, incorpora timbres polifónicos para que el espartano dueño del Hop-on ponga algo de música a su triste terminal. Los politonos suenan, eso sí, a todo trapo porque el espacio de la pantalla es, en este modelo, un inmenso altavoz. A cambio de tantos sacrificios tecnológicos y estéticos el Hop-on es barato, extremadamente barato. En su país de origen (los Estados Unidos, como no) cuesta 10 dolarillos de nada, vamos, lo mismo que el menú del día en el bar de abajo. Y si se cansa de él al cabo de dos días no hay problema, el Hop-on es en su totalidad reciclable, es decir, que puede deshacerse de él sin mala conciencia medioambiental.
Queda demostrado que, al igual que hay gente pa' to, hay móviles pa' to.