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La tetita de Wendy

Señores,

Debo reconocer que no recuerdo el primer contacto que tuve con Wendy Sulca. Supongo que sería alguno de esos enlaces que vuelan por correo electrónico y que se propagan exponencialmente como una enfermedad viral. Es posible que generara en mí sentimientos encontrados de diversión morbosa, vergüenza ajena, compasión y perplejidad. Pero, desde luego, Wendy no puede dejar a nadie indiferente. Se ha convertido en una de esas celebridades que emana la red periódicamente como antaño lo hacía la televisión, con su fugaz momento de gloria, expuesta a la pública vejación durante un lapso breve de tiempo, olvidada en menos tiempo todavía. Antes, para asistir a estas cosas, uno tenía que esperar a que hicieran un casting para algun programa vergonzante. Hoy, la naturaleza democrática de la red hace que se produzca una selección natural espontánea y casi inmediata. De los locos exhibicionistas que cuelgan vídeos o de las víctimas que terminan en el ojo del huracán digital involuntariamente, sólo un grupo selecto termina siendo la broma del día en la oficina y viajando por los adormecidos bits de los correos virales, y sólo tres o cuatro se convierten en iconos populares, casi siempre involuntarios, y en muchas ocasiones seguramente desconocedores de su propia fama -como seguramente ocurra en el caso de Wendy-. El primero de ellos fue Star Wars Kid. Luego, convivimos con el Niño Loco Alemán, el Niñato del Metro de Valencia o Edgar. Me ha maravillado siempre que la gente tenga tiempo y paciencia que dedicarles, que la turba se ensañe con ellos por puro entretenimiento, que se vuelquen tantísimas horas de creatividad oculta para completar las historias de su deshonra y dedicarles montajes, karaokes, versiones coloristas con efectos especiales, o finales alternativos.

Wendy, en este caso, se distingue porque ella sí hace una clara autopromoción de su entorno vital y sus presuntas habilidades, de sus miserias y sus filias. A saber la de horas que habrá practicado, a saber de dónde habrá sacado ese esperpéntico grupo musical de tísicos arrítimicos danzarines dementes, cómo habrá intentado mejorar su acento, cuántos besos le habrá dado su madre por hacer de sus ubres una musa musical, a saber quién está haciendo dinero con esa pobre niña arrancada del vientre de alguna paupérrima comunidad andina en la que se habla algún lecto quechua y en la que el aterrador traje bordado que exhibe en todos sus vídeos es el culmen de la sofisticación. ¿Cuántas horas de ilusiones perdidas, de lucha con una estrofa, con una rima peleona, cuántos llantos, sobresaltos, angustias, alegrías desbordantes habrá detrás de la misérrima y desgañitada y lastimera tetita de la canción de Wendy?.

De Wendy sé que era pobre, que tiene nueve años, que ahora graba algun disco de difusión local y participa en conciertos casposos ante hordas de alcohólicos y menores de edad y menores de edad alcohólicos, que su padre tocaba el arpa, y que se murió, motivo por el cual le canta. Como casi todos los artistas surgidos de la mugre, el barro y el lodo, trova al alcohol, a la muerte, al suicidio, a la nutrición, a la fiesta pagana y, con una vocecita muy muy débil, al amor. En vista de todo esto, se me ocurren un par de asuntos para rematar esta reflexión de cafetería: 1) Si en España surgiera una Wendy Sulca hablando de tetas, suicidio y cerveza, sus padres serían ingresados en prisión fulminantemente y ella sería adoptada por una familia de gafapastas que inhibirían su creatividad con insulsas clases de solfeo y la traumatizarían a golpes de diván. Dado que tengo la certeza de que Wendy es y va a ser feliz en esta vida, y que todo lo que está pasando a su alrededor, tetas, cerveza y suicidio incluídas, sólo la hará más fuerte, valiente y recia como persona, mientras que los hijos de los gafapastas dicen cosas como "no me amuermes" para justificar que tengan que quedarse en cama todo el día escuchando el Ipod, deduzco que desde el altivo primer mundo desde el que nos reímos de Wendy aposentados en nuestras cálidas oficinas mandándonos emails virales, nos estamos equivocando en algo. Y 2) la verdad es que no tengo ni idea de si Wendy sabe qué es Youtube, y no sé si lee los comentarios aberrantes que la gente deja sobre ella descargando su ira y su bilis y sus cotidianas frustraciones, pero entre ver a Wendy viviendo una vida de anonimato mortecina y gris con un matrimonio insatisfactorio y temprano, muchos hijos no deseados, masa de pan todas las mañanas, el deseo frustrado de cantarle a una teta, y un horizonte limitado por las altísimas montañas, y ver a una niña que de vez en cuando se viste de princesa y canta y la gente le aplaude y sonríe y es por unos minutos el centro de este triste universo aunque en Youtube la masa de mediocres la insulte amparada en el anonimato de un teclado, me quedo sin duda con lo segundo.

Atentamente,

Fabián, su Chico Trabajador

Fabián C. Barrio es cocinero y vive con una perra

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