Los hay que si Apple alivia gases éstos les huelen a rosas. Si la segunda compañía de la manzana –la primera fue la de los Beatles– abre una tienda en España entonan compungidos el hosanna en el cielo y acuden raudos a hincar la rodilla en el templo de los imaques, los ipodes, los iphones y los itontos-del-circo. Algo de esto sucedió la semana pasada en las tiendas que Apple abrió en los suburbios de Madrid y Barcelona. Primero y más céntrica en la segunda; segundo y más alejada en la primera. Porque Apple, así, como queriendo sin querer, ha propinado dos bofetones más que simbólicos a su primer mercado español, que es y seguirá siendo la ciudad de Madrid y sus alrededores castellanos (y no va con segundas).
En lugar de abrir su primera tienda en España en la ciudad donde más ordenadores, reproductores de MP3 y teléfonos vende, los manzaneros lo han hecho en un mercado secundario en el que se multa a los que rotulan sus tiendas en español... y sólo en español. Buen modo de empezar la venta directa en España, sin duda. Hasta donde yo sé la Apple Store de Barcelona se llama así y no Botiga de la Poma, que en riguroso tripartités es como debería llamarse con el preceptivo sotolineado "urdinadós i altres coses mudernes i cusmupulites"
Pero no nos enredemos más. Sus razones tendrán los de la Poma para haber tomado la decisión de abrir primero la tienda en Barcelona a sólo cuatro días del infame show estelo y cuatribarrado de la Diada. Razones en las que no voy a entrar porque las desconozco aunque, conociendo el drap (paño) puedo imaginármelas.
Lo verdaderamente indignante no ha sido la elección de Barcelona que, abstrayéndose de quienes la gobiernan, es una ciudad magnífica, soleada y muy agradecida de visitar. Lo que no termino de entender es porque han abierto las tiendas tan a las afueras. La de Barcelona se encuentra en un centro comercial llamado La Maquinista que está, y perdóneme la blasfemia castiza, donde Cristo perdió el mechero. Con todo, La Maquinista se encuentra –por poco– dentro de los límites de la Ciudad Condal y hasta dando un paseo se puede ir en Metro. Por contra, la de Madrid está en lo que podría llamarse con total propiedad el "cap del mon", esto es, el fin del mundo, dentro de un centro comercial disparatadamente grande que se llama Xanadú, sin más transporte público que los autobuses interurbanos y pegado a la autovía de Extremadura en el punto donde siempre va atascada.
En La Maquinista no he estado nunca, pero sí en Xanadú que, aunque oficialmente se llame Madrid-Xanadú, ni siquiera está en Madrid, sino en el nobilísimo pueblo de Arroyomolinos, en plenos alrededores castellanos (sigue sin segundas) de la Villa y Corte, en el quinto "eso" de la Gran Vía, que es donde tendría que haberse abierto la tienda. Los de la Poma, que son muy cucos y ligeramente mentirosillos, ponen en su güeb que su tienda madrileño-xanadusí está en el mismo municipio de Madrid. Y yo, que soy cuco pero no mentirosillo, les enseño la trampa y advierto a los despistados de que como se les ocurra buscar en su GPS este centro comercial dentro del municipio de Madrid van a tardar tres o cuatro eones en encontrarlo, eso si lo encuentran. Dentro trola:
Trampantojos al margen, las razones por las que se han ido tan lejos son un auténtico misterio. Tal vez porque ese centro comercial es de los pocos que puede abrir todos los días del año, o tal vez porque, al ser tan grande, el precio del metro cuadrado estaba con esto de la crisis a precio de chiste. Evidentemente ninguna de las dos valen. Unos tíos que van de exclusivos, de ser el Gucci de la tecnología y que, como tales, abren en canal la cartera de sus clientes por cualquier nimiedad, no deberían abrir a dos palmos de un polígono industrial, como en el caso de Barcelona; o en medio de la llanada castellana, como en el de Madrid.
En fin, ellos sabrán. Lo que nosotros ya sabemos es que Apple España prefiere, de largo, Barcelona a Madrid y que hoy por hoy carece de tienda en la capital se pongan como se pongan. Todo porque ellos lo valen, faltaría más.