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Buscando el amor verdadero y eterno (II)

Señores,

Destiny Hope Cyrus nació el 23 de Noviembre de 1992 y creció en una granja en Nashville, estado de Tennessee. Su padre, William Ray Cyrus, es un mediocre actor, y algo más exitoso compositor y cantante de country. A la niña le pusieron Destino y Esperanza, porque habían volcado en ella una serie de expectativas que, con el tiempo, se cumplirían sobradamente. Desde muy pequeña, Destiny Hope no paraba de sonreir, por lo que empezaron a llamara Smiley ("Sonriente") de donde proviene su coqueto apodo Miley. Miley, a sus 17 años, tiene su vida resuelta y podría, desde este mismo instante, dedicarse a rezar en una pagoda o a comer marisco en Goa, o a rezar comiendo marisco en una pagoda de Goa sin esforzarse por nada más que por mantener el ritmo respiratorio. Por sorprendente que parezca, sólo lleva existiendo desde el 24 de marzo de 2006, cuando Disney Channel puso en antena un producto dirigido al público preadolescente estadounidense: Hanna Montana. La serie cuenta la historia de una chica que vive en Malibú y lleva una doble vida: Cuando lleva una peluca rubia, es el ídolo de adolescentes Hanna Montana. Cuando no lleva la peluca, es simplemente Miley. Como la gente de su entorno es subnormal, no se dan cuenta del detalle y la serie puede continuar. Producir sus CDs ha costado a Disney 106 millones de dólares y ha proporcionado ingresos de cerca de 2700.

Siempre me he preguntado cómo consiguen librar de los pederastas a las estrellas infantiles. Si yo, de niño, tenía mis primeros débiles, imprecisos, difusos y pálidos destellos de deseo prepúber al observar los contoneos de Ana cantando el coco-guagua o con la imágen de Marisol colgada de un acantilado en Rumbo al Río, no quiero ni imaginar el efecto que puede causar en un pederasta las fotografías de Hanna Montana con cara de haberse levantado hace cinco minutos después de siesta-con-fiesta-quiero-más y tapada sólo con un sábana de raso. Este verano, Hanna Montana se vio involuntariamente envuelta en un pequeño y desconcertante escándalo relacionado con la pseudopornografía infantil. Michael Wayne Campbell es un habitante de Hamilton County, Tennessee. Tiene 45 años. No se le olvidará con facilidad la fecha del 29 de mayo: fue entonces cuando la policía irrumpió en su casa y descubrió en el disco duro de su ordenador unas fotos que han levantado bastante polémica. Michael había pasado sus horas muertas retocando imágenes con Photoshop, emplazando la cara de Hanna Montana y otras dos menores en cuerpos de mujeres adultas desnudas. En ningun momento Michael tuvo el más mínimo contacto con las menores o con Hanna Montana ni les causó daño alguno. Simplemente, recortó sus caras, y las pegó (con bastante habilidad) sobre los cuerpos de tías en pelotas. Ahora, yo les pregunto: ¿Esto debería ser un delito? ¿O entra dentro del reino de la fantasía? ¿Es moralmente reprobable, repugnante, Michael Wayne debería ingresar en prisión? ¿O quizá no va más allá que, por ejemplo, escribir un relato guarro o dibujar un boceto cochino con imágenes que uno sabe que nunca llevará a cabo? Es difícil decidir sobre esta cuestión, dado que seguramente nadie sobreviviría a un escrutinio meticuloso de todas sus fantasías secretas y privadas. Violar, ser violado, castigar, ser castigado, copular con otras especies, jugar al borde de la muerte por asfixia... son fantasías de lo más común que rozan la ilegalidado entran directamente en ella. ¿Un dibujo de una violación constituye una violación? ¿Y un relato?. Si esto es así, ¿qué hacemos con los autores de comics manga shotacon o lolicon? ¿Qué hacemos con las obras maestras del Marqués de Sade, o con ciertos párrafos bastante cuestionables de Nabokov? ¿Y con las imágenes de los kourós griegos?

Las nuevas tecnologías están proporcionando a quien posee una desviación sexual una evidente válvula de escape. El problema -o la ventaja- de las nuevas tecnologías es que proporcionan un desahogo excesivamente real y verosímil. Las fotos retocadas por Michael Wayne Campbell no son más que la punta del iceberg de una floreciente industria que busca, precisamente, hacer casi realidad las fantasías del enfermo. Hasta la fecha, lo más rocambolesco y extraordinario que me he encontrado es, sin duda, las muñechas sexuales japonesas de niñas pequeñas (pueden visitar el enlace sin problemas). Tuve ocasión de ver alguna en el escaparate de un sex-shop en Tokio y lo cierto es que su vidriosa mirada es escalofriante. Miden 140 centímetros y cuestan una media de 2000 euros. Me resulta difícil entender que alguien pueda querer jugar al monstruo de las dos espaldas con eso, pero lo cierto es que en Japón incluso se alquilan por horas -es el colmo del retorcimiento, tener un negocio de prostitución de muñecas de niñas-. Pero no sólo en la pederastia se queda la cosa. Si usted lo desea, puede hacérselo incluso con un conejo o un tigre o incluso un extraterrestre o una oveja. Si le gustan los miembros amputados, también encontrará consuelo, al igual que si sólo le interesan los pies y nada más que los pies. Me pregunto qué ocurrirá cuando los ordenadores puedan crear fielmente imagenes mentales dentro de nuestro cerebro. ¿Qué opinan ustedes, deberíamos permitir que dichas imagenes no tengan límite en cuanto a su temática? Estoy realmente interesado en conocer su opinión al respecto.

Pero no sólo la satisfacción de los deseos alternativos está en juego. La industria del sexo y la propia red están tomando una posición alarmante en la sociedad actual, porque fomentan, sin lugar a dudas, la soledad y la exclusión. En 13 años, RealDoll ha ido evolucionando hasta crear, de forma industrial, las muñecas más extraordinariamente reales del mundo. Producen decenas de modelos distintos, e incluso han protagonizado una película. Otra floreciente industria es la que vende artilugios que se conectan al puerto USB del ordenador y proporcionan placer solitario sincronizados con películas que te descargas de la red por medio de un servicio de suscripción. Desde hace años, el erotómano compulsivo puede contratar servicios privados de profesionales del ramo que se exhiben por una módica tarifa por minuto. Antaño (hablo de hace tres años, aunque eso en Internet es toda una vida) estos servicios requerían una infraestructura y un plató, pero en la actualidad cualquiera con una webcam y una ADSL puede darse de alta y convertirse en proveedor de servicios de sexo cobrando una comisión de estas páginas. Pero si no quiere un servicio tan profesional, uno no tiene más que conectarse a un chat cualquiera y esperar a que alguna se ofrezca a protagonizar un show a cambio de una recarga del móvil: es mucho más frecuente de lo que cree. Siendo como es la solución para los socialmente excluidos, es indudable que la comodidad que supone tener sexo al alcance de un teclado nos va a aislar más y más.

Lo queramos o no, Internet está empezando a cambiar las reglas de relación interpersonal. ¿Estaremos demoliendo el romanticismo? ¿Se habrá acabado una era entera de suspiros, de cartas de amor, de roces involuntarios, de miradas furtivas, de flirteos de oficina, de reglas de seducción? ¿Habremos avanzado tanto que ese avance nos destruirá, también, todo lo que hemos construido meticulosamente en el terreno del sexo y del amor?

Libidinosamente,

Fabián, su Chico Pecador
Fabián C. Barrio trabajó en radio ocho años hace como Franco y no se mete en política

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