Uno por uno, distintos sectores económicos en cuya base está la información y el conocimiento han sufrido y siguen sufriendo importantes cambios a raíz de la irrupción de internet y la tecnología. La música, el periodismo, el cine, la televisión, los libros... sin embargo, existe un sector que permanece básicamente inalterado desde hace siglos: la educación superior. Pero eso también está cambiando.
Pese a la justificada fama de sus universidades, Estados Unidos tiene un grave problema en la educación superior. El precio de las matrículas ha ido aumentando las dos últimas décadas a mayor ritmo, no ya que el IPC, sino incluso que el precio de las viviendas durante la burbuja. La política federal de dar créditos a los estudiantes para pagar sus estudios está llevando al endeudamiento de muchos jóvenes por unas cifras que, en muchos casos, superan las de una hipoteca, lo que está llevando a muchos a pensarse mejor a qué universidad acudir, o si tomar estudios superiores. La universidad ha vivido una burbuja que está a punto de estallar, y Silicon Valley está plenamente dispuesto a pincharla.
Desaparece el aula como límite físico
La Universidad es un sector subsidiado, regulado y poco amigo de los cambios, pero consume un billón de dólares al año sólo en Estados Unidos. Es un mercado demasiado grande como para que los emprendedores de internet no lo miren con deseo. Y después de agotarse otros nichos, empiezan a surgir muchas empresas; algunas con esperanza de convivir y complementar las estructuras actuales, otras a extenderlas y las más interesantes a cambiarlo por completo.
En el primer grupo tenemos empresas como Kno, que esperan reemplazar el mercado de los libros de texto con versiones electrónicas para tabletas, mejores y más baratas. En el segundo estaría el Proyecto Minerva, que espera cubrir la diferencia entre la escasa oferta de plazas de las principales universidades americanas y la enorme demanda que éstas no pueden atender, entre otras cosas, por los límites físicas que imponen los propios edificios y las aulas. Con cursos a través de internet, pretende establecer pequeños colegios mayores en todo el mundo donde los estudiantes convivan y estudien juntos.
Posiblemente la mayor estrella ha sido la Khan Academy. Comenzó con unos pocos vídeos en Youtube con los que su fundador, Salman Khan, enseñaba matemáticas a su sobrina. La popularidad de los mismos le llevó a dejar su trabajo en el sector financiero para dedicarse a extender esta sencilla plataforma educativa, que tras seis años de vida ya cuenta con más de 3.400 pequeñas lecciones en vídeo. Esta original academia es una asociación sin ánimo de lucro, financiada en buena medida por la Fundación Bill y Melinda Gates.
Pero el gran movimiento ha tenido lugar este año, al decidir buena parte de las grandes universidades que si no empezaban a ofrecer algo en internet quizá alguien como Khan les podía enseñar la puerta de salida del negocio educativo. El primero en moverse ha sido el Instituto Tecnológico de Massachussets, el famoso MIT, en diciembre de 2011 con una plataforma llamada MITx, que no sólo ofrece cursos sino que también examina y certifica a quien se lo merezca. El servicio ha crecido y ha pasado a llamarse edX después de unírsele dos grandes como son Harvard y Berkeley.
Su gran rival es Coursera, fundado por varios profesores de Stanford, y que destaca por ser más abierta que su rival. Tanto es así que ya son docenas las universidades que lo están utilizando: Columbia, Stanford, Princeton, Johns Hopkins, Duke y Brown son quizá las más conocidas, pero no se está limitando a Estados Unidos y cuanta ya con el apoyo de universidades de la India, Gran Bretaña, Hong Kong, Israel, Australia, Suiza y Canadá. Los cursos son gratuitos, pero cobra por la certificación. Del valor que dichos títulos tengan en el mercado laboral dependerá en buena medida la suerte de estas iniciativas.
Pero no sólo las universidades. Varias escuelas privadas de élite se han apuntado a la Global Online Academy, programa bajo el cual ofrecen cursos en internet que conectan a los estudiantes con compañeros de todo el mundo en una clase virtual, intentando mantener el tipo de relaciones sociales que se crean en clases de pequeño tamaño.
Eliminar a la universidad de la universidad
Aún no ha surgido la gran innovación que sustituya a la universidad. Pero se están dando pasos. El más significativo fue el anuncio de un curso en internet de Introducción a la Inteligencia Artificial impartido por el entonces profesor de Stanford Sebastian Thrun y Peter Norvig, su colega de Google, donde dirigen investigaciones como la de los coches autónomos.
Al curso se apuntaron 160.000 alumnos, lo que les ha llevado a fundar Udacity, otra iniciativa de enseñanza al margen de las universidades tradicionales, impulsada por el prestigio de los profesores... o incluso invitados. Por ejemplo, uno de los fundadores de Google, Sergey Brin, aparece en un curso de Udacity que enseña a crear un buscador.
En esa línea camina también la recientemente anunciada Marginal Revolution University, creada por dos profesores de Economía de Universidad George Mason y conocidos blogueros, Tyler Cowen y Alex Tabarrok.
Lo que estos movimientos sugieren es que la utilidad de las universidades en la educación superior podría ser sustituida, al menos en parte. Las instituciones tradicionales ofrecen tres servicios: enseñanza, certificación de la enseñanza y una red social formada por profesores y compañeros que puede cobrar gran importancia a lo largo de la vida laboral. Al menos los dos primeros están camino de ser sustituidos, primero por grandes universidades, y en segundo lugar por académicos de prestigio al margen de las instituciones de enseñanza tradicionales.
El tercer servicio podría ser fundamental para que las grandes universidades sobrevivan. Pero muchas otras, las que no están en la cima, podrían decaer o incluso desaparecer. Piénselo. Si fuera usted empresario, ¿qué preferiría? ¿A un licenciado en una universidad española de poco o nulo prestigio o a alguien que se ha formado a través de internet con los mejores profesores del mundo en su especialidad?
Quizá internet no vaya a suponer la mayor innovación educativa desde Sócrates, como argumenta el profesor de la London School of Economics Luis Garitano, pero sí podría ser lo más importante que ha sucedido en la universidad desde que se inventó.