¿Qué pasará con la tierra emergida en el mar y la arrasada por el volcán de la Palma?
El paso de la lava sobre la isla de La Palma va a cambiar para siempre el paisaje de la isla. ¿Qué implica para sus habitantes?
El volcán de Cumbre Vieja sigue escupiendo lava a niveles que ya superan los de la erupción de Teneguía de 1971. La llegada de la colada de lava al mar esta semana ha provocado que la isla crezca. También cambiará para siempre la orografía de la isla por los puntos por los que se ha desplazado la lava, con espesores de hasta 20 metros y mil grados de temperatura. Estas son algunas de las preguntas que abre la erupción sobre el futuro del suelo en la isla.
¿De quién es el terreno que ha creado la lava en La Palma?
El delta que está creciendo por la caída de la lava al mar ya tiene dueño: automáticamente es propiedad del Estado según lo establece la Ley de Costas, que señala en el artículo cuatro que pasan a ser dominio público marítimo terrestre "las accesiones a la ribera del mar por depósito de materiales o retirada del mar, cualesquiera que sean las causas".
¿Cómo es, de momento, y cómo podría llegar a ser?
El delta o "fajana", término con el que se conoce este fenómeno en las islas, está a más de 475 metros de la costa y no para de crecer. Ocupa por el momento una superficie de casi 28 hectáreas, con una profundidad de 30 metros mientras a su alrededor continúan generándose emanaciones y nubes por el contacto de la lava con el mar. Es posible que en el futuro su aspecto sea similar a otra zona al norte de la isla ganado al mar, las piscinas de la fajana, también de origen volcánico.
¿Qué pasa con la antigua línea de la costa? ¿A quién pertenecerá ese terreno?
Según explica a LD Óscar Morejón Hermosa, oficial del Registro de la Propiedad, dado que "se ha movido la línea de la costa hacia el mar", también crecerá la parte posterior, que puede ser privada o no. "Habrá que esperar a que el Estado deslinde" dónde está el nuevo dominio marítimo terrestre y también conocer cuál va a ser el futuro de los nuevos terrenos y los terrenos colindantes, si serán calificados como "urbanos, rústicos o entorno natural".
¿De quién es la tierra por la que pasó la lava?
Los expertos no tienen duda. El terreno en este caso sigue siendo de sus propietarios. Sobre cómo podrán demostrarlo tras la destrucción que ha dejado el paso de la lava, Morejón recuerda una herramienta aún poco usada en España: la inscripción en el Registro de la Propiedad de la representación gráfica georreferenciada, un instrumento pensado para fincas y terrenos, "en formato digital y con coordenadas UTM". Consiste en la identificación de "las coordenadas de los vértices de la parcela", que varían en número en función de la irregularidad del terreno, si existen curvas, etc. El técnico que se contrata para marcarlos, cuenta, crea unos ficheros digitales que se llevan al Registro. "La gente no lo usa, pero está claro que tiene una utilidad en lugares donde pueden ocurrir estas cosas" al poderse demostrar con total exactitud "dónde estaba mi terreno".
¿Y si perdieron las escrituras?
Según Morejón, la legislación española garantiza que quien inscribió su titularidad en el Registro y también quien no lo inscribió pero tenga escritura pública ante notario no vaya a tener problema alguno para probar que el terreno era suyo.
"Lo que consta inscrito en el Registro se presume frente a terceros; se presume que es legal, que es cierto y que la persona es titular del derecho inscrito", señala. Por tanto, si una administración pública pide datos al propietario, por ejemplo para conceder ayudas, la inscripción en el registro hace que dicha administración deba "presumir que en efecto soy el dueño" y no haya que demostrar nada más. Si no hay inscripción pero "un notario afirmó que se hizo esa transmisión", el título notarial lo demuestra: "La escritura acredita esa posesión porque un notario acredita la legalidad".
En definitiva, quien haya perdido las escrituras no va a tener problema porque el título consta en el registro o bien en el notario donde hicieran la transacción, dado que los notarios tienen la obligación de guardar los originales (los clientes se llevan una copia autorizada).
Sí tendrán problemas quienes firmaron un contrato privado que no se haya elevado a público: deberán exhibir el documento o acreditar su propiedad de algún modo (por ejemplo facturas) si lo han perdido. Lo mismo le ocurre a quienes ni siquiera tuvieran contrato.
¿Se podrá volver a construir en el mismo lugar?
Los expertos lo ponen en duda primero por el estado en que quedará el terreno tras el paso de coladas. Cuando se enfríen, algo que puede tardar semanas o meses, formarán una enorme capa de roca volcánica irregular, que constituye un terreno poco firme para edificar y que necesitaría, además, de un inmenso trabajo para canalizar agua o construir los accesos. Según señala el catedrático de Geología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, José Mangas, sólo liberar las carreteras sepultadas bajo las coladas requerirá dinamita y maquinaria pesada.
En segundo lugar, es probable que esas zonas de "malpaís", como se conocen en las islas, queden declaradas como espacio protegido. La Ley de Patrimonio Natural y la Biodiversidad de 2007 señala que gozan de protección las "nuevas formaciones geológicas". En concreto, se citan "elementos geológicos como rocas, minerales, fósiles, suelos, formas del relieve, formaciones y unidades geológicas y paisajes que son el producto y registro de la evolución de la Tierra; así como las formas geológicas únicas, de especial importancia científica y que son representativos de la historia evolutiva geológica".
El futuro de esos terrenos queda pues en manos de los políticos y se abren varias posibilidades, tales como el intercambio de terrenos por otros nuevos o incluso la construcción de un nuevo pueblo en otra zona para reubicar a los afectados, como explicaba el geólogo José Luis Barrera hace unos días.
¿Y a cultivar?
Los terrenos que estaban dedicados a la agricultura también dependen en último término de la decisión de las autoridades sobre la protección especial de esa zona. En cualquier caso, Mangas distingue entre varios tipos de daños en el suelo tras el paso del volcán. Por un lado está lo que dejan las coladas de lava encima de plataneras y viñas: "Lo quema todo", incluidos los "microorganismos, invertebrados" o las raíces de las plantas. "El suelo vegetal donde estaban los cultivos se va a carbonizar y queda inservible, no se puede recuperar", señala a LD.
Por otro lado están los terrenos afectados por los piroclastos, los fragmentos de lava que arroja el volcán y que se clasifican según su grosor: "Los más gruesos forman el cono volcánico, que tiene ya 200 metros de altura". A medio kilómetro o dos aparece el denominado picón, o lapilli, fragmentos de entre dos milímetros a seis centímetros de grosor que cuando cae "ya está frío" y por tanto "ya no afecta al suelo vegetal". Aunque en las zonas más próximas al volcán el espesor es "muy grande", de hasta seis metros, según te alejas de la boca eruptiva la cantidad se reduce hasta medio metro o un metro. En ese tipo de terreno, tras otras erupciones, los agricultores han logrado recuperar la tierra "haciendo agujeros", quitando los residuos para poder plantar frutales o vides, dejando "un paisaje lunar". Lo mismo ocurre en zonas aún más alejadas donde el espesor de la ceniza, que puede acabar recorriendo miles de kilómetros, va siendo menor y se puede limpiar mediante excavadoras.
En cuanto a la zona de la colada, Mangas cuenta que los canarios, tras otras erupciones, han logrado cultivar "cogiendo suelo de las zonas de montaña" y cubriendo la colada ("sorribar"): hace siglos ya lo hacían en las islas, transportando la tierra con animales. El catedrático cita el ejemplo de la erupción del 71 en el Teneguía y los "campos de malpaíses", convertidos en campos de plataneras gracias a que se añadió un metro de suelo vegetal. El problema que se encontrará ahora el empresario que lo intente "es medioambiental", puesto que la mitad de la isla está actualmente protegida y no le será fácil conseguir ese suelo.
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