Los crustáceos en todas sus versiones son uno de los alimentos más consumidos en navidad. Quizás por ello, ha comenzado a circular en redes sociales una vieja recomendación de Sanidad, que continúa vigente, relativa al peligro de chupar las cabezas de gamba, cigalas o carabineros. El Ministerio, a través de la Agencia de Seguridad Alimentaria, aconsejó en 2011 no consumirlas por los riesgos que podía suponer para la salud. El motivo, que esa zona del animal es especialmente rica en cadmio, un metal pesado que se acumula en el organismo y que puede resultar muy tóxico a largo plazo.
La contaminación marina por la actividad industrial o el uso de fertilizantes a base de fosfatos provocan que el cadmio pueda acabar en la cadena trófica, a través del agua o del suelo. El hombre corre el riesgo de entrar en contacto con el cadmio fundamentalmente a través de la alimentación. Y aunque son varios los alimentos que se citan como posibles portadores de ciertas cantidades de cadmio, entre ellos los cereales o el chocolate, son los mariscos los más peligrosos. El motivo, que el cadmio se acumula en el aparato digestivo de estos animales, en la carne oscura, que se localiza fundamentalmente en la cabeza.
La recomendación sanitaria se hizo en 2011, basándose en un estudio elaborado por la Comisión Europea entre 2009 y 2010 sobre los niveles de cadmio encontrados dentro del caparazón de crustáceos tipo cangrejo. Mientras que en esta zona el nivel era de 8mg/kg, en la carne blanca era de sólo 0,08mg/kilo. Un consumo habitual de cabezas de crustáceo podría conducir, avisaba Sanidad, a "una exposición inaceptable de cadmio". Por ello, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición recomendaba, y lo sigue haciendo, limitar en la medida de lo posible el consumo de carne oscura de los crustáceos, localizada en la cabeza, para reducir la exposición de cadmio.
Entre las consecuencias a largo plazo de una alta exposición al cadmio están la desmineralización de los huesos, la disfunción renal y el cáncer.