Jenann Ismael es profesora de filosofía en la Universidad de Arizona y acaba de publicar el libro Cómo la física nos hace libres. Una buena excusa para salpicar algunas ideas y conceptos que relacionan el mundo de la ciencia con la libertad.
La causa y el efecto
La ciencia se basa en la existencia de unos mecanismos que hacen que las cosas sucedan de una forma previsible. Esto supone que si conocemos el estado exacto de algo y las leyes que intervienen en ese proceso podremos anticiparnos al futuro y saber lo que sucederá antes de que pase. Si dejo caer una pelota de 1kg desde un tejado a 100 metros de altura del suelo, puedo anticipar cuánto tiempo tardará en chocar contra el suelo, la fuerza con la que impactará, si se romperá la pelota o el suelo... No necesitaré dejar caer la pelota.
Seremos capaces de conocer el futuro, de anticiparnos, siempre y cuando conozcamos todos los datos (el material con el que se fabricó la pelota, el material con el que está fabricado el suelo, si hace viento, en qué ángulo se deja caer...) y las leyes que intervienen (la ley de caída libre de un cuerpo, la ley rozamiento con el aire, las leyes de Newton, la de resistencia de los materiales...). Esto es lo que llamamos los físicos "determinismo" o "causa-efecto". Dicho con otras palabras: "Si conseguimos repetir un suceso con absoluta exactitud, podemos estar seguros de que las consecuencias serán siempre las mismas". Pero, ojo, esto sólo es así en el mundo de las cosas.
El ser humano es harina de otro costal
La física estudia única y exclusivamente el mundo de las cosas, no de las personas. Las cosas no pueden decidir. No tienen autonomía. Están ligadas a leyes que no pueden saltarse. Sin embargo, nosotros podemos utilizar esas leyes a nuestro antojo. No podremos saltárnoslas, pero sí utilizarlas.
Las mismas leyes que hacen que la pelota arrojada desde lo alto de un edificio se destroce contra el suelo, manipuladas por el hombre hacen que un paracaidista aterrice suavemente. Pero la clave de esta magia, el hecho fundamental que dota al ser humano de esta capacidad, no es otra que la libertad. Como dice Jenann: "La voluntad es la facultad mental que toma decisiones y ejerce un control motor sobre el cuerpo". Y la toma de decisiones, aunque condicionadas, son libres. Es la base de la identidad y de la existencia del individuo. Por mucho que controlemos las circunstancias, cada individuo podrá tomar diferentes decisiones, al contrario que la pelota arrojada desde el tejado.
Además, resulta sorprendente que dicha capacidad del ser humano, el libre albedrío, sólo es posible en un mundo físico en el que las cosas se comportan siempre de la misma forma. Si no pudiéramos predecir el comportamiento de lo que nos rodea seríamos incapaces de tomar decisiones puesto que cada vez que las tomáramos, tendrían consecuencias diferentes. Imaginaos un partido de fútbol en el que los jugadores no pudieran predecir dónde va la pelota antes de golpearla.
La libertad es ineludible
"No sólo tenemos la capacidad, sino la carga de decidir, literalmente, nuestro destino. Eso no evita que haya muchas constricciones a la libertad humana, ya sea por exigencias sociales, psicológicas o políticas... Dentro de esos límites, decidimos quién ser y cómo actuar... Deberíamos dejar de preocuparnos por los riesgos imaginarios que correría la libertad por culpa de la física y centrarnos en como la libertad humana puede verse socavada por factores psicológicos, sociales y políticos".
No tenemos pruebas empíricas de la existencia de la libertad, pero como Kant dijo, aún así debemos seguir actuando como si estuviéramos absolutamente seguros. Es lo único que puede dar sentido a nuestra existencia.