Resulta curioso cómo el concepto de extraterrestre se unifica a partir de los años 40. Hasta entonces la presencia de los "hombrecillos verdes" adoptaba formas diversas provenientes de la imaginación de escritores y guionistas. Sin embargo en septiembre de 1961, la familia Betty y Barney Hill dieron forma a lo que a partir de entonces pasaría a ser el prototipo de extraterrestre.
Según esta pareja, durante los días 19 y 20 fueron secuestrados por alienígenas que les llevaron a una nave donde fueron examinados y devueltos sanos y salvos a la Tierra. La descripción que ambos hicieron de sus raptores fue la de: grandes ojos almendrados, dos orificios en lugar de nariz, boca pequeña y piel gris azulada. Desde entonces, el estereotipo de extraterrestre se popularizó con estos rasgos coincidentes que llegaron a hacerse universales con las figuras diseñadas por Steven Spielberg en sus memorables Encuentros en la tercera fase y posteriormente en E.T. el Extraterrestre. Después del caso de la "abducción de los Hill" todo el que coincidía con algún visitante extraterrestre describía los mismos aspectos: humanoides de ojos almendrados y agujeros en lugar de nariz. ¿Coincidencia?
Evoluciones demasiado parecidas
Los primeros seres humanos caminaron por este planeta hace 200.000 años. Sus antepasados fueron diferentes tipos de homínidos antecedidos probablemente de aves, reptiles, peces… El ritmo y la dirección evolutiva de nuestra especie ha dependido de circunstancias físicas derivadas de las condiciones concretas del planeta Tierra: temperaturas, materiales, gases de la atmósfera, luz (radiación), cercanía del sol…
Numerosos científicos han especulado con la posibilidad de que la vida se diera en otras zonas del Universo, pero lo que resulta mucho más improbable es que las formas derivadas de la evolución de esa vida terminaran siendo seres con un tamaño similar al nuestro (metro arriba, metro abajo), con cabeza, ojos, nariz y boca, tronco y extremidades. Una simple variación en la composición de la luz tornaría en sensores diferentes a los ojos, cualquier cambio en la presión atmosférica intervendría en el tamaño, las bajas temperaturas podrían hacer ineficientes un sistema sanguíneo… En definitiva, resulta poco probable que si se pudieran dar condiciones donde la vida se manifestara y evolucionara hasta especies inteligentes, éstas fueran casi idénticas a nosotros.
En busca del contacto
Aún así, científicos de todos los tiempos han perseguido la idea de contactar con civilizaciones extraterrestres. La aspiración de intercambiar conocimientos y sentimientos es demasiado atractiva para renunciar a ella.
El 2 de marzo de 1972 se lanzó la sonda estadounidense Pioneer 10 para recoger información de varios planetas de nuestro sistema solar. Sin embargo, un tesoro se ocultaba en su interior. Los astrónomos Frank Drake y Carl Sagan junto a su mujer Linda Salzman, diseñaron y dibujaron una placa de aluminio anodizado y oro con símbolos que trataba de explicar la existencia de los seres humanos y su lugar de procedencia, la Tierra.
En la actualidad, no somos capaces de recibir información de la nave pero sabemos que se dirige hacia la estrella Aldebarán, en la constelación de Tauro, donde llegará dentro de 1.690.000 años
En 1977, de nuevo Carl Sagan y Jon Lombreg lideraron un comité que diseñó un disco de oro (con la misma tecnología que los discos de vinilo) donde se grabó: una selección de hora y media de duración de música proveniente de varias partes y culturas del mundo, saludos en 55 idiomas humanos, un saludo del entonces Secretario General de las Naciones Unidas y el ensayo Sonidos de la Tierra, que es una mezcla de ruidos característicos del Planeta Azul.
Este disco se montó en sendas sondas espaciales denominadas Voyager I y II lanzadas en agosto y septiembre de 1977. La primera pasó por Júpiter y por Saturno, la segunda bordeó Júpiter y Saturno para llegar a Urano en 1986 y Neptuno en 1989. La misión fue diseñada para durar cinco años y cumplió su trigésimo aniversario en el otoño de 2007. La NASA sigue recibiendo datos de los Voyager a través de la red del espacio profundo DSN (Deep Space Network).
De nuevo Jon Lombreg (ahora sin Carl Sagan) se ha propuesto mandar otro mensaje a los extraterrestres, esta vez en el proyecto One Earth Message, pero no habrá comité de sabios para diseñarlo (aunque sí para elegirlo). Embaucado por la moda de la democracia participativa trata de recoger ideas de cualquier ciudadano que quiere hacer entender a un extraterrestre qué demonios es un ser humano. El mensaje será enviado hasta la sonda New Horizons que se encuentra camino del Cinturón de Kuiper tras haber dejado atrás Plutón.
La idea me perturba. No he podido decidir una imagen. ¿Y tú?