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El acuerdo climático de París "es como iniciar una dieta y declarar victoria tras la primera ensalada"

Mientras los Gobiernos harán planes quinquenales para reducir emisiones, Bill Gates pone en marcha un fondo de I+D en energías sin emisiones.

François Hollande, junto a algunos de los líderes mundiales reunidos estas últimas semanas en París. | EFE

195 países han firmado en París un documento por el que dicen comprometerse a mantener las temperaturas por debajo de dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales, con intención incluso de exigir más en el futuro y reducir esa cifra a 1,5. Pese a las declaraciones triunfalistas que califican este acuerdo contra el cambio climático como un hito histórico, en realidad es un juguete inútil pero carísimo.

El acuerdo obligaría al mundo a conseguir alrededor del 90% de su energía de fuentes que no emitan dióxido de carbono. Para conseguirlo, los países en desarrollo recibirán 100.000 millones de dólares al año de los países desarrollados, aunque no se describe en el texto quién paga cuánto ni quién cobra cuánto. Pero previsiblemente esto no será la parte más cara del acuerdo, puesto que seguramente se sacará de reducir otras partidas ya existentes de ayuda al desarrollo. Lo caro será cambiar de modelo energético. Actualmente el porcentaje de energía que extraemos de fuentes renovables se sitúa en el 14% y prácticamente no ha cambiado durante todos estos años de histeria climática. Porque con excepciones como la energía hidráulica se trata de energías caras e ineficientes. Basarse en ellas será muy caro y extenderá la pobreza energética. Y parece dudoso que las naciones desarrolladas opten por la energía nuclear, que sería la única que podría reducir emisiones sin dañar la economía.

No obstante, esto dependerá de lo que realmente hagan los países firmantes. Porque este acuerdo se ha declarado vinculante, pero en realidad vincula muy poco. No existe ningún mecanismo de sanción contra los incumplidores, y será cada país quien decida qué va a hacer para reducir sus emisiones. Y lo hará, no se rían a base de planes quinquenales. 187 países ya han presentado sus planes, que se revisarán en 2018 y deberán ser actualizados en 2020. Pero cualquier país podrá firmar el acuerdo, hacer un plan que no le obligue a nada serio y será un feliz cumplidor del histórico pacto por el clima de París.

La iniciativa privada que sí podría funcionar

James Hansen, que con su comparecencia en el Senado de Estados Unidos en 1988 dio el pistoletazo de salida al alarmismo climático, ha declarado a The Guardian que el acuerdo es "un fraude" porque "no hay acción, sólo promesas". Lo que han hecho los países, afirma, es situar los dos grados como objetivo e "intentar hacerlo un poco mejor cada cinco años", pero mientras "los combustibles fósiles sean la forma de energía más barata se seguirán quemando".

Seguramente compartiendo esta opinión, Bill Gates ha optado por un camino distinto y anunció el 30 de noviembre, al comienzo de la conferencia de París a la que no ha asistido, la creación de un fondo para la investigación en nuevas fuentes de energía. En la llamada Breakthrough Energy Coalition, Gates se ha unido con algunos de los hombres más ricos del mundo para que sus fortunas sirvan para "intentar nuevos enfoques" investigando las fuentes de energía más prometedoras. "Las tecnologías que tenemos hoy, como la eólica y la solar, han hecho muchos progresos y podrían ser un camino al futuro energético de cero emisiones de carbono", pero "dada la magnitud del desafío, tenemos que explorar muchos caminos diferentes y eso significa que también tenemos que inventar nuevos enfoques".

Gates ha conseguido el apoyo para su iniciativa de otros millonarios como Mark Zuckerberg (Facebook), Jeff Bezos (Amazon), Richard Branson (Virgin) y Jack Ma (Alibaba) y el apoyo de Gobiernos como los de Australia, EE.UU., Brasil, Canadá, Chile, China, Dinamarca, Alemania, Francia, Arabia Saudita, Suecia, Corea del Sur y Emiratos Árabes Unidos.

"París deja el 99% del problema sin tocar"

El director del Consenso de Copenhague, Bjorn Lomborg, cree que el de París será probablemente "el tratado más caro de la historia de la humanidad". Según sus cálculos, costará a la economía mundial entre uno y dos billones de dólares al año por el menor crecimiento que tendrá lugar al elevar el precio de la energía. Y pese a ello no cree que ataque el problema, de ahí que apoye la iniciativa de Gates. "Aunque es necesaria más financiación, el fondo dirigido por Gates es lo que realmente va a hacer una diferencia en el clima", asegura.

Lomborg, que pese a las denuncias de los ecologistas no es un escéptico de la teoría oficial del cambio climático, no cree que París vaya a cumplir con el objetivo de los dos grados centígrados porque para ello "tenemos que reducir las emisiones de CO2 en 6,000Gt" y, según los cálculos, si todos los países cumplieran con sus promesas las emisiones se reducirían "en 56Gt hacia 2030". De modo que en el escenario más optimista, "París deja el 99% del problema sin tocar".

"Decir que París nos llevará a 2°C es, en el mejor de los casos, adoptar una postura cínica. Se basa en una ilusión. Es como iniciar una dieta para bajar de peso, y declarar la victoria después de la primera ensalada", concluye Lomborg. "Hasta que no haya un avance que haga competitiva a la energía verde por sus propios méritos, es extremadamente poco probable que haya reducciones masivas de carbono".

Y todas estas críticas, sin movernos un ápice del llamado consenso científico, que comparten Gates, Hansen y Lomborg. Porque el tratado desprecia cualquier variabilidad natural y asume que podemos controlar las temperaturas al nivel de décimas de grado a través de nuestras emisiones de CO2. Y eso pese a que el mismo IPCC no ofrece ninguna cifra concreta de sensibilidad climática, que es la que marca cuánto cambian las temperaturas por las emisiones de CO2, sólo rangos amplísimos.

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