Dos miembros de la Royal Society, organización científica fundada en 1660, se reunieron en junio con algunos parlamentarios británicos escépticos con el cambio climático. Su objetivo era convencerles de que la teoría del origen antropogénico del cambio climático es cierta. Pero en la discusión admitieron un hecho que muestra a las claras lo poco receptivos que son algunos alarmistas a la posibilidad de que su teoría esté equivocada.
Los parlamentarios les preguntaron por la pausa en el cambio climático. Aunque admitieron su existencia, porque aunque haya quien lo intente es difícil argumentar contra los registros de temperaturas, adujeron que podría deberse a que el calor había sido absorbido por los océanos o que podría deberse a la actividad volcánica. Así que los políticos escépticos les preguntaron cuántos años sin un calentamiento apreciable serían necesarios para convencerles de que la teoría estaba mal. ¿Cinco años? ¿Diez?
La respuesta fue cincuenta. Pero no en total, sino cincuenta años contados a partir de los dieciocho que ya llevamos sin que las temperaturas suban de forma significativa. "Estaremos todos muertos antes de que la Royal Society admita que se ha equivocado", concluye el parlamentario galés David Davies, presente en el encuentro y que ha denunciado los hechos, que muestran una vez más que el alarmismo climático no es falsable y, por lo tanto, deja mucho que desear como ciencia.
Este plazo de casi setenta años en total no es más que una nueva extensión sobre los dados por prominentes climatólogos alarmistas durante los últimos años. Así, por ejemplo, la NOAA sugirió en 2008 que intervalos de quince años sin calentamiento supondrían una discrepancia con los modelos climáticos, mientras que en 2011 un estudio dirigido por Ben Santer indicó que harían falta al menos diecisiete años. Esos plazos ya han pasado, así que había que alargarlos.