Demasiado abierto es peor. "Un calzado adecuado es aquel que se adapta al pie del usuario, protegiéndolo de riesgos tanto mecánicos como térmicos. En condiciones de temperatura y humedad elevadas, el calzado cerrado puede limitar la aireación del pie y la evaporación del sudor, lo que supone la aparición de rozaduras, hongos y mal olor. Por tanto, si se emplea calzado cerrado, debe ser de materiales transpirables, como la piel y los tejidos naturales", asegura Clara Solves investigadora del Instituto de Biomecánica de Valencia.
"En verano, lo más habitual es emplear calzado abierto, pero ¡cuidado! Un calzado demasiado abierto, tipo chancla, no protege los dedos de los pies de posibles impactos y genera inestabilidad. Las chanclas pueden ser perjudiciales sobre todo para los niños, debido a su elevado nivel de actividad física, y para las personas mayores, propensas a tener problemas de inestabilidad. Su calzado abierto debe proporcionar protección de los dedos y adecuada sujeción en el talón y el empeine, para asegurar la estabilidad y la seguridad de niños y mayores", concluye la investigadora.