La fruta es la parte de la planta que contiene las semillas. Por tanto, botánicamente hablando, el tomate es una fruta a pesar de que no se suela servir en el postre. La confusión viene de que en el siglo XIX esta controversia popular llegó a la Corte Suprema de Estados Unidos. En 1887 se aprobó una ley que asignaba impuestos a las hortalizas importadas, pero no a las frutas.
Las compañías que importaban tomates argumentaron que estaban exentas del impuesto ya que el tomate es una fruta. Para dar rigor a su argumento, citaron diccionarios y testimonios de biólogos que, evidentemente, demostraron que el tomate, al ser producto del ovario de una flor, es una fruta.
El gobierno alegó que al servirse en ensalada o como parte de las comidas y no como postre, era una hortaliza. Ergo, los importadores tenían que pagar. El debate estaría servido hasta nuestros días.