Lo que nos enseñaron en el colegio no era cierto: viajar en el tiempo es posible. Es algo reservado a un puñado de personas y se requieren ingentes sumas de dinero, años de estudio, tensas negociaciones con países de medio mundo. Pero todo merece la pena si se puede viajar en el tiempo, presenciar cosas asombrosas que sucedieron hace miles de millones de años.
Lo dice Richard Ellis, un veterano astrónomo que está planeando la construcción de una máquina capaz de retroceder más de 13.000 millones de años al pasado. Se trata del TMT, (acrónimo de Telescopio de Treinta Metros en inglés). Cuando este observatorio esté terminado en Hawai, en torno a 2020, su enorme ojo podrá observar la luz de la galaxia más lejana, que se formó cuando el universo aún no había alcanzado ni el 3% de su edad actual. Ellis visitó ayer Madrid para inaugurar el nuevo ciclo de conferencias de astrofísica y cosmología de la Fundación BBVA. Antes de su charla, habló con Materia sobre la nueva "revolución" que traen consigo los supertelescopios y cómo la política y la crisis están impactando en la ciencia a nivel global.
Pregunta: ¿Qué tipo de cosas podremos ver en el universo gracias a telescopios como el TMT?
Respuesta: Hay dos grandes cuestiones, exoplanetas y el universo temprano. Los exoplanetas interesan a todo el mundo por el hecho de que están por todas partes y tienen tamaños que llegan a ser el mismo que la Tierra. Con el James Webb y los telescopios terrestres seremos capaces de ver las atmósferas de estos planetas y saber si contienen oxígeno, lo que a su vez nos dirá si las condiciones allí son apropiadas para la vida. Ese es el siguiente gran paso. Uno de los grandes avances que se incluyen es la óptica adaptativa, lo que permitirá corregir las distorsiones en la atmósfera de la Tierra y tomar imágenes nítidas de esos planetas directamente desde nuestro planeta. Va a ser una revolución.
¿Cómo de cerca estaremos de saber si albergan vida?
Sabemos que la mayoría de las estrellas tienen sistemas planetarios, y sabemos que los planetas como la Tierra no son la excepción. Sabemos que en un área de 50 o incluso 100 años luz a la redonda tenemos la capacidad de encontrar montones de planetas como la Tierra. Después la pregunta es ¿en cuántos de ellos podemos medir la composición de su atmósfera? La gente que trabaja en este campo dice que es viable tener un catálogo, un censo de cuántos planetas terrestres tienen oxígeno, así que podremos responder esa pregunta en los próximos 10 años.
¿Cree que hay vida en otros planetas?
Sí. Hay dos maneras de verlo. Pensar que somos únicos, una excepción en toda la galaxia, es realmente raro. Por otro lado hay gente que recuerda que con todas las civilizaciones posibles ahí fuera, ninguna nos ha visitado aún. Es desconcertante. Si la Vía Láctea está llena de civilizaciones, ¿por qué no nos han contactado aún? Entre esos dos argumentos yo me inclino más por el primero. Creo que puede haber una razón que explica por qué no ha habido contacto. Tal vez cuando las civilizaciones alcanzan cierta madurez ya no hay necesidad de contactar. En este momento solo exploramos porque somos curiosos, pero tal vez llegas a un punto de desarrollo tan avanzado que la curiosidad es reemplazada por otra cosa, no lo sé.
El otro gran campo son las primeras galaxias…
Ahora mismo estamos en el límite. El telescopio Hubble ya no puede ver más allá y Keck y el VLT ya no pueden medir la naturaleza de las galaxias más tempranas, sencillamente su luz es demasiado débil. Hemos llegado al límite de distancia y por tanto de tiempo. Y también en cuanto a fotones. La luz de estas galaxias es tan ridículamente pequeña que nuestros telescopios solo pueden decir: ahí está, hay una galaxia, nada más.
La nueva generación de telescopios nos ayudará a conocer la composición química de estos objetos y saber si realmente pertenecen a la primera generación de galaxias. Esto es importante porque las primeras galaxias no tienen elementos químicos. El Big Bang sólo creó hidrógeno y helio. Los materiales como calcio, hierro, magnesio, silicio, se sintetizaron dentro de una estrella. Así que en las primeras galaxias debe haber solo estrellas hechas de hidrógeno y helio. Para probarlo necesitamos estudiar el espectro de esas galaxias y demostrar que sus estrellas son prístinas, que no están contaminadas por materiales más pesados. Y eso es lo que podremos hacer con los nuevos telescopios.
Esas galaxias están muertas, sin planetas ¿cuándo cambió eso?
Sí, están muertas. Los sistemas planetarios pudieron comenzar a formarse hace entre 8.000 y 10.000 millones de años. Todo lo que necesitas para hacer un planeta es polvo. El polvo lo generan las supernovas [estrellas que explotan] o estrellas muy masivas. El universo sólo necesitó crecer un poco en tamaño hasta que hubo la cantidad necesaria de polvo.
¿Cuándo surgen las galaxias en las que está interesado?
Los objetos en los que me centro se formaron cuando el universo tenía 400 millones de años, en torno al 3% de su edad actual. Pero creemos que tenemos que remontarnos en el tiempo unos 100 millones de años más para encontrar las primeras, cuando el universo tenía 200 millones de años. Antes de eso, sólo había oscuridad.
¿Usted va a ser el primero en ver la luz de las galaxias más viejas que se conocen?
Bueno, las galaxias en aquel tiempo estaban nuevecitas. Decir viejas es engañoso. El universo de hoy es viejo, pero aquellas galaxias han desaparecido, o se han fundido con otros objetos. Básicamente vemos algo que realmente no podrías ver hoy. No existen. Es como arqueología.
Pero en arqueología encuentras ruinas, fósiles, algo tangible, usted sólo verá luz de algo que no existe
En realidad, los astrónomos tenemos mucha suerte porque podemos remontarnos y ver algo directamente. El equivalente sería viajar en el tiempo y entrevistar directamente a William Shakespeare. Es algo que podemos hacer y que ningún otro científico puede. Somos como historiadores que pueden viajar en el tiempo y ser testigos de la historia. Encontrar un fósil está muy bien pero no llegas a conocer al hombre. Nosotros sí podemos [risas].
Pero la información que pueden sacar de ese William Shakespeare es limitada, ¿no?
¿Cuál es la alternativa? Piensa en las pirámides. No sabemos cómo se construyeron exactamente. Nosotros podemos ser testigos de cómo se formaron las primeras galaxias, ver cómo se fundieron.
¿Cómo se ve la situación de la ciencia en España desde Reino Unido, que ha hecho un esfuerzo para no recortar en ciencia?
Cada país tiene sus problemas. Los astrónomos británicos no están nada contentos comparado con cómo estaban hace diez años. Es cierto que en general el presupuesto de investigación se ha mantenido sin cambios, pero lo que ha sucedido es que todas las becas para investigadores han disminuido para poder así mantener los grandes proyectos científicos en marcha. Por ejemplo, las contribuciones para organismos internacionales como ESO han tenido una gran prioridad.
Por ello, en un presupuesto con inflación creciente, ESO se lleva un porcentaje mayor del presupuesto, mientras que los fondos para contratar estudiantes e investigadores postdoctorales se ha reducido a la mitad. Afortunadamente quedan los fondos de la Unión Europea. En EEUU es aún peor. Los grandes proyectos como ALMA, o el VLA, están sufriendo y hay telescopios de cuatro metros que están contemplando el cierre seriamente, algo que ya se hizo en Reino Unido. Y el dinero para financiar las carreras de los investigadores jóvenes es muy, muy limitado. Estamos en una crisis en todos sitios, no solo España, todos estamos sufriendo, excepto, China, India, Japón, Australia.
¿Es sabio cortar en ciencia en tiempo de crisis?
Hay dos formas de verlo. Hay ciencia que tiene interés desde el punto de vista industrial: investigación médica, ingeniería, tecnología, física, química, ciencia de materiales. Cortar en esos sectores es de lunáticos cuando la economía va mal porque esas son el tipo de inversiones que generan productos que estimulan la economía.
La astronomía siempre lo pasa peor porque se trata de investigación mucho más básica y arriesgada. Pero la cantidad que se gasta en esta disciplina es muy pequeña dentro de todo el presupuesto de investigación y lo que hace es atraer a gente joven hacia la ciencia y la ingeniería. Hace unos cinco años hicieron una encuesta entre veinteañeros universitarios en Reino Unido preguntándoles: ¿Qué os llevó a estudiar matemáticas, ingeniería, ciencia cuando teníais 12 años? Y eran cosas como los agujeros negros, Star Trek, el espacio básicamente… La fascinación por el espacio fue la razón por la que ahora tenemos una generación entera de ingenieros y científicos. O sea que la astronomía puede generar mucho interés por carreras de ciencia e ingeniería.
¿Cree que son conscientes de eso los gobernantes?
Los Gobiernos necesitan que se les recuerde continuamente los beneficios de la investigación creativa. Ahora mismo estoy leyendo un libro sobre la historia de Bell Labs, donde se inventó el transistor. A aquella gente les pagaba el Gobierno de EEUU para hacer investigación creativa. De allí surgió el teléfono móvil, el transistor, las bases de la mayoría de la electrónica que conocemos salieron de ese laboratorio. Hoy en día la ciencia con un pensamiento más libre disgusta a los Gobiernos, incluyendo los europeos y eso es peligroso.
La tendencia parece ser dirigir la ciencia a objetivos. Es algo que promueve la Unión Europea y que también ha adoptado España. ¿Le parece acertado?
Creo que es muy peligroso y Bell Labs es el mejor ejemplo. Es un gran error. Los fondos que se dedican a investigación básica son tan pequeños y las inversiones son tan importantes que el beneficio es tremendo. Los teléfonos móviles por ejemplo, han revolucionado el mundo y salvado muchas vidas.
Los países emergentes condicionan la astronomía de la próxima década
Los países más poderosos del mundo libran desde hace años una carrera astronómica. Se trata de varios proyectos para edificar el mayor telescopio del mundo, un gigante capaz de inaugurar una nueva era en la observación del universo. Por ahora hay dos favoritos: el TMT impulsado por el Estado de California (socio mayoritario) y que abandera Ellis, y el Telescopio Europeo Extremadamente Grande(E-ELT), que se edificará en Chile.
Ambos son proyectos multimillonarios, unos 720 millones de euros y 1.082 millones de euros, respectivamente, y ambos han sufrido importantes retrasos debido a la falta de fondos por la crisis. En los dos casos se pretende empezar a construir el próximo año y estar listos en torno a 2020, pero todo depende desde hace unos años de la entrada como socios de las únicas economías que no parecen estar sintiendo la crisis. En el TMT ha sido la entrada de China e India lo que permite llevarlo a cabo. Pero la negociación no se ha acabado. Por ejemplo, China ha pedido que sus científicos tengan visados "sin limitaciones" en EEUU, un asunto "tenso" que se está tratando con el Departamento de Estado, explica Ellis. Sus rivales europeos también dependen de otro gigante emergente, Brasil, para conseguir toda la financiación del proyecto. A todo esto se suma un tercer contrincante, el GMT, que también planea construirse en Chile.