"Aquellos que labran la tierra son el pueblo elegido por Dios", escribió Thomas Jefferson alrededor de 1781, cuando la agricultura requería deslomarse de sol a sol. Pero, si hay que hacer caso al padre fundador de EEUU, el pueblo elegido por su dios puede ser pronto una flotilla de robots.
En una finca a las afueras de Madrid, un tractor sin conductor y dotado de lanzallamas cruza un maizal quemando las malas hierbas. Mientras, dos vehículos aéreos no tripulados sobrevuelan el terreno para mostrarle a otro tractor robótico dónde exactamente hay que echar el herbicida. Jefferson se quedaría boquiabierto.
"Aplicamos la robótica para conseguir una agricultura de precisión", explica el físico Pablo González de Santos, coordinador de un proyecto europeo para desarrollar flotas de tractores sin conductor guiadas por hexacópteros, pequeños helicópteros de seis hélices. Su objetivo es recortar un 75% el uso de herbicidas y pesticidas, para reducir su efecto sobre el medio ambiente y disminuir los gastos. "Ahora los agricultores echan herbicida de forma homogénea, pero las malas hierbas no aparecen de manera uniforme", explica González, investigador del CSIC en el Centro de Automática y Robótica, en Arganda del Rey (Comunidad de Madrid).
Un solo operario
El físico español coordina un equipo de unos 50 ingenieros y científicos procedentes de 15 instituciones de ocho países. La UE ha puesto casi 10 millones de euros para que desarrollen esta futurista agricultura sin agricultores. "Algunos de estos tractores podrían trabajar 24 horas seguidas", señala González.
En EEUU, empresas como Kinze ya han desarrollado tractores sin conductor, pero la innovación del equipo europeo ha sido concebir una flota de pequeños robots, tanto terrestres como aéreos, en lugar de una sola máquina de gran tamaño. "Es mejor tener muchos robots pequeños en lugar de uno grande, porque compactan menos el terreno y porque si se estropea uno puedes seguir trabajando", sostiene González, padre hace más de dos décadas del primer robot caminante elaborado en España.
La idea de los científicos es que un propietario agrícola pueda contratar en un futuro los servicios de estos robots a empresas especializadas. Un tráiler transportaría la flota hasta la finca y teóricamente un solo operario bastaría para controlar tres tractores y dos hexacópteros.
Lanzallamas
Los aparatos aéreos, equipados con cámaras, trazarían un mapa del lugar, detectando las malas hierbas y localizándolas con coordenadas GPS. A partir de esos datos, los tractores sin conductor recorrerían la parcela echando herbicida sólo donde se necesita. Para determinados cultivos más resistentes al fuego, como el maíz, los tractores dispondrían de un accesorio con pequeños lanzallamas desarrollados por científicos de la Universidad de Pisa (Italia) para quemar los hierbajos detectados mediante cámaras sobre los vehículos.
El proyecto, denominado RHEA, busca controlar las malas hierbas en muchos tipos de cultivos, tanto de surco ancho (como maíz, tomate, fresa, girasol y algodón) como de surco estrecho (cebada y trigo), además de en árboles (olivos, nogales, almendros e incluso bosques). González recalca que sus potenciales aplicaciones van mucho más allá de luchar contra las malas hierbas. "Si les añades un arado, pueden arar", apunta.
De momento, cada uno de los tres prototipos de tractores del proyecto ha costado unos 160.000 euros, pero el coordinador espera que los costes bajen si se pasa a la fase de producción industrial. En 2014, los investigadores tendrán que presentar sus resultados a la UE. "Entonces habrá que echar cálculos y ver si el sistema es rentable", reconoce González.