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Katy Mikhailova

Incómodos de tacones

No sabía yo que las farmacias vendían tacones. Lo que sí sé es que farmacia nos hace falta (y mucha) para seguir soportando la sociedad que nos ha tocado vivir.

Aguirre en los premios Mujer Fearless 2022 | Contacto Photo

Mi lunes arrancaba con los Premios ‘Mujer Fearless 2022’ que yo organizaba desde la revista Fearless junto a mi compañero Bertie Espinosa. 10 premios a mujeres como Ainhoa Arteta, Irene Villa, Fabiola Martínez, Esperanza Aguirre, Sara Folch, Marta Pombo, Mónica Cruz, Valeria Quer, Agatha Ruiz de la Prada y Sandra Sánchez (¡fueron las 10!).

Me enfundé en un traje fucsia de George Reich (por momentos, por horas, me sentí muy Rociito en su primera temporada de la docuserie) y los combiné con un taconazo de Agatha Ruiz de la Prada de color rosa (con la suela roja y el tacón amarillo). ¡Me dan suerte! Pero, como todo tacón, te destroza los pies.

Me tocó hacer de directora, no sólo de la revista (que es mi cometido real), sino de ‘directora de orquesta’ para intentar calmar la locura de periodistas que había en el photocall al lado del Salón Albéniz del Hotel InterContinental. Un photocall que olía a flores frescas y llenaba de colorido un lunes gris pasado por lluvia (méritos de Marieta de The Power Flower que hizo magia con ese cartón pluma). Por ahí pasaron desde personalidades de la alta sociedad como Paloma Segrelles o mi amiga Carmen Lomana, hasta personajes curiosos como Fany (¿quién no ha gritado ‘estefaniaaaaaaaaaaa’?) y Oriana, influencers diversos como Tomás Páramo y María G. de Jaime (que asistieron para apoyar a Marta Pombo que recogía el premio ‘visibilidad a la lucha contra el ciberbullying’), personalidades con causas abiertas -pero también corazones abiertos- como Rafael Amargo y su pedazo de ballet flamenco formado por 10 jóvenes bailaoras entre 10 y 14 años que son puro amor, y personas abiertas sin causa como Esther Doña y su compañero sentimental el juez magistrado Santiago Pedraz que decidieron no pasar por el photocall y a mí me parece estupendo. ¡Es que ellos son estupendos! También Rocío Monasterio nos acompañó, ya que ella es una de las protagonistas del número que presentamos.

El caso es que mis tacones con cada hora que pasaba me destrozaban los juanetes que no tengo pero que podrían existir (y eso que son zapatos que en su día presentó Agatha en pasarela; como este cierre profundo que hizo el jueves con la bandera de Ucrania para cerrar el cat-walk de la mano de Omar Montes en la MB Fashion Week Madrid).

Volar sin alas, para volar más alto, carece de sentido en medio del revuelo por la solicitud de una azafata de Iberia rebelándose para acabar con los tacones en los vuelos, dado que afirma no ser "la barbie azafata". Un interesantísimo debate que divide a la sociedad entre los románticos que aún añoran aquellos años felices de elegancia y respeto en el aeropuerto y los modernos que se atreven a ir con calcetines y chanclas en primera (¡yo no les dejaría siquiera embarcar!).

Desde change.org, la azafata María Fernández insiste en que les dejen de obligar a llevar tacones: "dejadnos vivir". Aunque ella lo considere sexista, mi postura va más por la comodidad. Lleva miles de firmas y más de tres décadas de oficio. Como ella, otras tantas y tantes.

Verán: el discurso del sexismo es agotador. Yo entiendo su postura si lo analizamos desde un punto de vista de comodidad y salud. Viajar horas y horas, sirviendo esa comida precocinada, recogiendo pasaportes y demás… cansa. Si nos duelen los pies por llevar tacones cuando vamos a una fiesta, imagínense si trabajan. Pero volver a reabrir de nuevo el discurso de los géneros y la igualdad en materia de vestimenta, también aburren. Yo si estuviera en la cúpula de Iberia aceptaba su petición, y que cada una vaya como quiera, con tal de no seguir tocando más los tacones en todas sus metáforas.

Si seguimos con el sexismo-vestimenta, terminaremos acabando con los vestidos, las faldas, el maquillaje, los bolsos y otros complementos de la mujer. Pero me imagino, quizás me equivoque, que forma parte de ese ‘todo’ que busca acabar con muchos valores establecidas, para convertir la libertad en libertinaje. Por si fuera poco, Marta Sánchez sembraba más luz (y polémica) al asunto confirmando que llevan "tacones de farmacia".

No sabía yo que las farmacias vendían tacones. Lo que sí sé es que farmacia nos hace falta (y mucha) para seguir soportando la sociedad que nos ha tocado vivir, porque desde el friki que se comió aquel murciélago en Wuhan, Occidente no levanta cabeza, ni subido a unos Louboutin (¡incómodos de tacones!).

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