Ratita millonaria y democratización
La cultura del dibujo animado a la que se asocia Mickey refleja el buenrollismo y el mito de la eterna infancia. Llevarlo en ropa es otra manera de transmitir alegría, optimismo e informalidad.
Les escribo en alta mar, con vistas a Cabo Roig, la gran desconocida del Levante español (y aún nada masificada), desde el barco (herencia de su abuelo) de mi amigo Pedro Cerdán de Marine Breeze. Es más, la columna la escribo desde el móvil y hasta he llegado a pensar en respetar las palabras que el corrector del iPhone me recomienda. A veces somos esclavos del corrector y nos gusta. Otras, nos enfadamos con él. Hoy me dejo llevar por la primera. Llevo una camiseta blanca de Mickey Mouse comprada en H&M. Es una especie de pijama playero y deportivo que puedo usar para cualquier actividad: desde ir al Supercor a comprar, hasta combinarlo con unos vaqueros de Levis y stilettos de Versace. Es la ratita más conocida de la historia. Tan mítica que hasta Salvador Dalí la reinterpretó en su arte. Incluso le hubiese gustado inventarla. Pero no, la creación de la debemos al dibujante Ub Iwerks, a petición de Walt Disney, que ya le puso voz y carácter de ratón.
Cómo conseguir que una rata o un ratón se convierta en todo un icono del siglo pasado y de este es muy interesante de analizar. Tener ratas en el jardín es tan incómodo que hasta los "antifelinos" adquieren gatos para espantarlos. Pero Mickey Mouse es otra historia. A Mickey le aceptamos. "Miguel Ratón " o como quieran traducirlo es un símbolo de los comienzos de Disney y una figura en nuestras vidas que nunca pasa de moda. Y hablando de moda, desde una marca de lujo como Gucci hasta una de consumo de masas como Zara han adoptado este emblema. La cultura del dibujo animado a la que se asocia Mickey refleja el buenrollismo y el mito de la eterna infancia. Llevarlo en ropa es otra manera de transmitir la alegría, el optimismo y la informalidad, si me apuran. Marca potente, negocio solvente y la necesidad de reivindicar el pasado son los tres pilares que fortalecen la idea de que una marca de ropa y complementos adopte a la ratita sonriente (y, por supuesto, millonaria). Como estas firmas, también Marc Jacobs, Givenchy o Comme des Garcons. Todas han sucumbido a los encantos de la ratita de Disney.
Zara ha lanzado un conjunto de dos piezas, cada una por 16 euros. La cara de Mickey decora una camiseta de lana a juego con unos shorts, que si no fuera por las infinitas cañas que llevo en lo que vamos de verano lo hubiera estrenado. El contraste es recordar que en 2014 Gucci vendía una camiseta con Mickey por 240 euros.
Es, en suma, la democratización de la nostalgia llevada al presente y materializada en moda. Mientras, mi compañero Bertie Espinosa se esconde tras un sombrero de pescador con flores hawaianas y oscuras gafas de sol (nuestro Woody Bertie), y mi hermana Elena expone sus curvas en un atrevido trikini, el barco también acepta un ratita en camiseta y unos indiferentes pantalones cortos sin ninguna pretensión. Seguimos con la democratización del lujo, algo a priori paradójico y contradictorio. El "quiero y no puedo" abre paso al "si puedo, ¿por qué no?". Con esta última reflexión me despido para cambiarme de ropa cuatro veces, sacarme cincuenta selfies y rellenar mi Instagram de momentos de paz en el mar para que parezca que vivo en un barco ¿Se imaginan? Bromas e ironías aparte, fue una tarde fabulosa y así ha pasado. Y así se lo cuento. El resto es historia.
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