El empleo en el sector de la moda no levanta cabeza, y aunque ahora se lancen campañas de recuperar el ‘smiley’ para lo que queda de año (camisetas con emojis sonrientes por doquier) cual cortina de humo (o de tela), la realidad sigue siendo la misma. Y es que esta semana el INE, a partir de los datos de la EPA (Encuesta de Población Activa), publicaba que 2021 ha arrancado con la friolera cifra de una caída de 137.500 puestos de trabajo en España en el sector.
El escenario es tan devastador que a menudo ni nos enteramos de lo que está pasando: vivimos en la burbuja de Rociíto pensando que hay gente que está peor que nosotros (aun teniendo la "supervivencia elemental" cubierta).
Inspirados (quizás) en este panorama tan dramático, desde Yves Saint Laurent se ha presentado esta semana en plena "naturaleza hostil" la colección de invierno de 2021. "Hostil" o directamente una tundra helada de Islandia para decirle al mundo que les importa tres lentejuelas el calendario oficial de la Moda de París y que aquí se hace lo que a uno le nace, que es como debería ser la moda, una oda a la libertad. Por eso llegan "dos meses" tarde y se van ahí donde Cristo pudo perder el mechero, solos ante la nada y el equipo de cámaras, fotógrafos y belleza. Anthony Vacarello, director creativo de la firma francesa, ha recreado un mundo de fantasía definido en un "equilibrio entre el bien y el mal, en donde lo efímero se impone". Y sí, razón no le falta, y las imágenes son impactantes. Terreno volcánico, río con cascada, una gigantesca tundra, orillas de pizarra negra o icebergs… aquí el atrezzo natural para un desfile que ha conseguido generar espectáculo sin necesidad de una estúpida ‘front row’ con rostros conocidos juzgando la moda como si supieran de qué va la cosa. Nadie habla de la propuesta de moda con tal panorama visual.
No contentos con este drama-chic, Zara tiene camisetas con caras amarillas sonrientes o el icónico ‘smiley’, para los que se han aburrido de la caca sonriente del Whatsapp en formato cojín (y cojón). El objetivo es transmitir optimismo en una etapa de pesimismo. El ‘smiley’ fue diseñado en 1963 por Harvey Ball para una empresa de seguros de Massachusetts con la finalidad de crear algo que animara a sus empleados tras la fusión de la compañía. 10 minutos y 45 dólares fue el tiempo y dinero que necesitó. Casi como un símbolo nacional, cientos de coches fueron vinilados con la carita sonriente, que años después los hermanos Murray y Bernard Spain completaron con un lema que decía ‘have a nice day’. Nadie registró la carita, y fue en los 70 que un periodista francés, Franklin Loufrani, quien se adueñó legalmente del ‘smiley’ para acompañar a las "noticias buenas" en el periódico por el emoji. Y en los 90 el grupo Nirvana también abrazó este emblema cual apropiación indebida. El hijo de Loufrani creó la compañía The Smiley Company y empezaron a realizar colaboraciones con distintas marcas desde Adidas a Moschino. Ahora es el turno de Inditex: por eso Zara ha presentado ‘Smiley Happy Collection’, una colección de camisetas, vestidos y bolsos que quieren empapar de felicidad el ‘urban style’.
Y yo me pregunto si llevar esa camiseta un día gris de lluvia en el que uno tiene que madrugar para ver a su jefe o a su ex marido y ex "marida" o a Pablo Iglesias en un debate... si ayudará en algo. Ustedes qué piensan. Y me pregunto si no será la camiseta sonriente la nueva frase empalagosa en Instagram que viene a recordarte que por más que la leas todos los días la felicidad es interna y silenciada. Porque pensar en positivo no le saca a uno de la ruina, por más que las grandes multinacionales se sigan empecinando en financiar clases de yoga grupales o charlas de mindfulness impartidas por responsables de recursos humanos que se han ‘sacado’ un curso de coaching durante el confinamiento. Supongo que la sonrisa se lleva por dentro, esa misma sonrisa que espero compartir en las elecciones este 4M, para que Madrid siga sonriendo en bares y terrazas.