¡Alerta! ¡Alerta! Las camisas hawaianas también peligran. No ha bastado con que las feministas extremas quieran eliminar de un plumazo todos los clásicos Disney o películas como Grease, por promover (presuntamente) el machismo. No. Ahora hay hasta sociólogos e historiadores que alertan de que el estampado ‘hawaiano’ manifiesta y recuerda la opresión del pueblo hawaiano así como la supremacía racial de los norteamericanos. ¡Toma ya! Y yo que creía que las iban a prohibir por ser feas de cojines…
Quién nos iba a decir que en 2021 la clásica camiseta con flores, palmeras y ‘colorinches’, asociada al turista con bermudas y sandalias, o a los amantes del cannabis y del buen clima; o a aquellos que rinden tributo a la cultura indie; y a otros por metrosexuales modernos come-tendencias… o simplemente a aquellos que no saben qué se ponen, y las prendas aterrizan en sus armarios casi por arte de Zara… retomo mi planteamiento: ¿quién les iba a decir a todos aquellos que estaban cometiendo un crimen silencioso, convertido en toda una ofensa a la memoria de las tribus hawaianas que fueron colonizadas allá por 1989?
Hay un ente superior cuya inteligencia traspasa fronteras, inclusives la de Pacífico. Zara Aenishanslin, que conforma el comité del Centro Davis de Estudios Históricos en Princeton, afirmaba el otro día al diario The Guardian que nos lo teníamos que pensar dos veces antes de ponernos una camisa hawaiana: “podrían verse como encarnaciones de moda de la historia de la colonización, el imperialismo y el racismo estadounidenses contra los habitantes indígenas de Hawái”.
Si Aenishanslin estuviera en España, sería defensor de los menas, los menes, los memes y los memos. Pero no, Anishanslin vive en los Estados Unidos e, ironías del destino, lleva por nombre la marca que ha democratizado (más si cabe) la camiseta hawaiana.
La prenda tiene su origen a principios del siglo XX, cuando los hawaianos reutilizaban las telas que llegaban de Filipinas y China para confeccionar camisas. Algo que en los años 30 aumentaba debido a la crisis económica. Entonces, el Amancio Ortega de la isla Chun Kam Chow, que auspiciaba la mercería más transitada de la región, la empezó a vender por 95 centavos, una cantidad tan irrisoria que todo aquel que pasaba por la zona sucumbía a los encantos de la camisa. Pearl Harbor en el 41 marcaba un antes y después: esta prenda se convertía en un ‘must have’ de todo hawaiano, dada la imposibilidad de tener acceso a otra moda, pues el comercio estaba congelado, y se convirtió en una tendencia además entre los militares. Hasta que en los años 50, Hollywood volvía a empujar este estilo a la palestra con Elvis Presley de embajador. Era tal la fiebre por este “estampado” que hasta Truman protagonizaba una portada de Time con una camisa hawaiana.
Pues nada. Este verano, si Pedro Sanchez nos deja, a Honolulu viajaremos con estampados lisos y colores sobrios… porque si nos ponemos camisas con rayas reivindicamos el holocausto; si llevamos lunares, ofendemos a los andaluces; si nos ponemos la bandera española, insultaremos a los nacionalistas; si vamos de blanco, los culés protestarán porque parezcamos ‘merengues’, y si vamos de verde caqui los sevillistas se enfadarán… de hecho es mejor que nos quedemos en casa, en pijama, viendo a la Rociito, que al paso al que vamos, aunque al fin la viéramos con otro traje, lo mismo nos plantamos en la próxima pandemia.