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Katy Mikhailova

Lo más barato 

Caen MHYV y rompen Iker y Sara. Dos imperios caen.

Caen MHYV y rompen Iker y Sara. Dos imperios caen.
Yoana, pretendienta de MHYV | Mediaset

Estamos ante el fin de un ciclo y no lo sabemos. Con la caída de Mujeres y Hombres y Viceversa y la ruptura definitiva de ‘Los Carbonillas’ podríamos decir que la utopía de que el romanticismo, la belleza, el dinero y la fama todo lo pueden ha terminado. 

Que acabe el programa de Mediaset refleja el agotamiento emocional que sufrimos con un producto que carece a estas alturas de originalidad; un contenido cuyos valores brillan por su ausencia. Su final es una metáfora de que nos hemos cansado de consumir la misma hamburguesa día sí y día también, y necesitamos renovarnos. Porque, del mismo modo que se renueva la moda y sus tendencias, los sentimiento también. Uñas gel y extensiones ya no riman.

De aquel beso en Sudáfrica en 2010 a la persecución mediática del matrimonio han pasado 11 años y muchas verdades y mentiras. Cuando una mentira se convierte en una mentira colectiva, de alguna manera cobra cierta verdad. 

La perfección no existe y la eternidad menos aún. De pronto: un día eres el mejor portero de Madrid, de España y del mundo; y la periodista más guapa y más envidiada; y, al otro, te desprecia parte de tu afición, tu entrenador -presuntamente- te castiga (con o sin causa, prefiero no entrar en este tema porque mi gato bengalí se llama Mourinho) y te ves cambiando de equipo, de país, para terminar siendo bautizado por cierta prensa como ‘manos de manteca’... Y, por si fuera poco, la salud no acompaña.

Pero ahora hemos encontrado a los "culpables". La prensa rosa, los Sálvame y los sálvate… ellos son “los malos”. Los que sacan a la luz la basura ajena. Y no, señores. Ellos sólo reflejan la tendencia de nuestra sociedad. Reproducen y retroalimentan nuestros instintos. Ellos están ahí de lunes a viernes analizando la crónica social porque hay público para ello. Mujeres y Hombres nos ha aburrido, pero Sálvame por el momento no. Hay audiencia para Sálvame. Y bastante. Ellos, y yo (que escribo de esto), y ustedes (que me leen). A todos nos interesa de un modo u otro la basura ajena, porque si nos ponemos a analizar la nuestra, nos llevamos un susto. Y que desentierren esta historia es tan legítimo como cubrir un photocall por el cual han cobrado hasta 5 cifras el ‘matrimonio de la perfección’. Si cobras por lo agradable que ocurre en tu vida, se debe asumir que otros cobrarán por lo desagradable que te suceda en un momento dado. Es ley de vida. Hay que aceptarlo. Lo más caro y valioso no es el dinero, sino las decisiones que se toman en nuestras vidas.

La que es imagen de marcas como Pantene, L’oreal, Agatha París... la que pone de moda unas mechas californianas, o medio flequillo, o el corte de pelo a lo garçon... la que pone de moda, si quiere, un saco de patatas (porque el populus es así y traga con todo)... la que repite varias portadas para Elle, y la que lo mismo  entrevista a un cantante que a un torero... esa Sara era intocable. Él, también. Hasta que un día todo esto se desvanece y cambian los paradigmas: ni Mediaset les protege ni tampoco ya el Real Madrid. 

Me pregunto en qué pensará ahora María Jiménez, antigua compañera de Sara, que escribía en 2018 acerca de cómo es la vida y porqué ella no tuvo su “misma suerte”. 

Sara es periodista. Sara tiene una marca de ropa sostenible (...). Sara se casó con Iker Casillas y es madre de dos hijos. Sara está a punto de llegar a los dos millones de seguidores en Instagram. Sara es todo lo que yo no soy. Y lo digo desde la más profunda admiración y envidia. ¿Sana? No estoy segura”. (...) “He hecho todo cuanto ha estado en mi mano para triunfar, pero obviamente he fracasado en el sentido en el que solo he conseguido ser una hormiga obrera más”. (...). "Yo terminé la carrera y ella no, lo cierto es que su vida ha ido muchísimo mejor que la mía". Querida María. Ni el dinero, ni la belleza, ni la riqueza, ni el poder en las redes es sinónimo de  felicidad. Y supongo que, aunque sobrevalorado este término, la felicidad es saber nadar a contracorriente y aceptar que lo más barato es el dinero.

En Chic

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