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Katy Mikhailova

No más besos

Mi humilde petición es, después de que frenemos esta pandemia, que los no-besos se instauren para siempre. 

Mi humilde petición es, después de que frenemos esta pandemia, que los no-besos se instauren para siempre. 
Beso con mascarilla | Gtres

El pasado sábado nos disponíamos Ágatha Ruiz de la Prada, Cristina Palomares y yo a un divertido viaje a La Herradura para ver el debut de la joven diseñadora Rocío Torres. En el AVE hasta Málaga, viajaba con nosotros una Ana Pastor que, todavía, desconocía que iba a contagiarse del Coronavirus.

Nada más "aterrizados", la gran sorpresa de todos los andaluces (malagueños y herradureños) era que Agatha no diera los famosos "dos besos". Como Agatha, ahora toda España. Una vez más, ella fue pionera en no tener pudor y negar este convencional saludo.

Yo, todavía el pasado sábado, hacía el amago de querer parecer amable y educada, y me exponía besando mejillas por doquier: práctica que detesto desde que tengo uso de razón. Nunca he comprendido aquello de que mis mofletes tengan que adquirir el olor de otra crema, fragancia o sudor que yo no he elegido voluntariamente.

Hoy, sin embargo, (asumido que estamos ante una pandemia, recluidos en nuestras casas para teletrabajar y sin papel higiénico) lo de no besar está más que normalizado. Exigido. Y mi humilde petición es, después de que frenemos esta pandemia, que los no-besos se instauren para siempre.

Antes de continuar con los nuevos modos y modas que ha traído ‘el Corona’, en este divertido viaje pudimos todavía disfrutar, sin tanto pánico, de un interesante desfile de Rocío Torres.

Más allá de que les cuente si había más tonos pastel que pasión, o más flores que lunares, lo interesante ha sido darme cuenta de que las juventudes siguen vivas y tienen ganas de emprender y hacer algo útil con su tiempo libre.

En este caso concreto me he encontrado con una joven herradureña llena de talento y buen gusto. Nos regaló 30 minutos de un elegante espectáculo, en pleno puerto, al ritmo de clásicos de la rumba española de los 90 hasta hoy (¡qué Dial ha sonado esto!), bajo un título de su colección que sé que les va a encantar: Madre. Como homenaje a la suya y a su tierra. Es muy agradable hacer un viaje a un pueblo precioso (con mar y los mejores espetos de España) y encontrarse con una joven diseñadora que homenajea su patria, sus orígenes, y lo plasma en una colección de moda, ya éxito en ventas (¡ya quisiera en la Cibeles muchos…!).

Todo era más especial porque todavía no sabíamos la que nos esperaba en Madrid y la que estaba a punto de caer. La Herradura fue esa especie de penúltimo suspiro de felicidad. Porque, una vez en la Estación de Málaga, la tensión social volvía sentirse en nuestro cuerpo. El miedo de contagio volvía psicológicamente a cobrar más fuerza.

Ahora, con más solidaridad que nunca, nos hemos quedado en casa, y esperamos a que la famosa "curva" sea frenada y podamos hacer vida normal. Y es que, aun con pánico a besar, siempre nos quedará amar con el alma, pues es una práctica mucho más auténtica, menos convencional y alejada de la hipocresía social del "saludo físico" de "mejilla con mejilla" que no aporta (absolutamente) nada. A partir de ahora, alcen la mano, agítenla con gracia, y piensen en silencio: España sigue vive. España late.

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