Andrea Levy está sufriendo un duro linchamiento por ser acusada de padecer el ‘síndrome Influencer’ por combinar política con la promoción (presuntamente) de marcas de moda en su Instagram.
Aunque su proyección en seguidores no llegue a los 20.000 followers; mencionar el perfil de Zara para confirmar la procedencia de su indumentaria parece que está sentando bastante mal.
Vivimos en tiempos modernos en los que usar Instagram es tan legítimo como opinar en Twitter de asuntos serios y relevantes. Andrea es una mujer joven, moderna, vanguardista, profesional, (hasta podríamos decir atractiva). Por lo que publicar una foto en su perfil de esta red, mencionando la marca es lo más normal y natural del mundo. (Y si no fuera atractiva, seguiría siendo legítimo el uso que hace de la red, por si acaso lo aclaro).
Zara no le está pagando por ello (sí, Zara, apuesta por influencers de verdad y no políticas). Y ella, seguramente, tan sólo se anticipaba a lo que algunas le terminarían preguntando: "¿dónde has comprado la camiseta?". El pueblo admira, sigue, idolatra: el pueblo, sus seguidores, quieren saber qué lleva, dónde lo ha comprado. E imitarla. Marca tendencia. El sentimiento de pertenencia a un colectivo lleva existiendo por los siglos de los siglos. Ese colectivo identificado con Andrea Levy necesita (¡como agua de mayo!) saber dónde -¡carajo!- ha comprado ese ‘outfit’ la delegada. A nivel político, no opinaré porque no es mi quehacer.
Ni Zara necesita esta promoción, ni Andrea Levy que Zara le regale las camisetas. ¿Estamos tontos? Hemos alcanzado ya unos límites en los que cuestionamos cada foto y post que manifiesta un personaje público.
Pero la prensa socialcomunista ya ha opinado y ha sentenciado a Andrea: "¿Lo de look Zara es porque le ceden la ropa?" "¿Por qué hace publicidad gratuita a la marca?" "¿Puede hacer esto un cargo público?". Pues claro que puede hacerlo. Aunque seas un cargo público eres libre de vestirte como quieras y creas, y contarlo. Un cargo público no es un esclavo de austeridad. Un cargo público, antes de cargo y antes de público, es humano. Para cargas ya tenemos a los separatistas y a sus amigo en cuyas manos está España.
"La concejala Andrea Levy publicita en redes sociales marcas de moda que le ‘prestan’ ropa", asegura el diario.es. ¿Y?
-Si compras, es que despilfarras el dinero público.
-Si te regalan, es cohecho.
-Si te prestan, te estás aprovechando de tu poder.
Lo de las cesiones de vestidos de alta costura (o semi-costura, porque de alto tienen lo que yo de bajita) se lleva haciendo desde los tiempos de Zapatero cuando todas sus ministras posaban en Vogue España con complejo de Naomi Campbell. ¡Nadie protestaba! Madrid no se va a ir al garete porque una delegada de Cultura mencione el origen de una prenda de vestir.
Una vez más, la prensa radicalista, los progres-trolls aburridos y la envidia hace de las suyas. El tiempo libre es un concepto verdaderamente desafortunado. En la Grecia Clásica (dicen), el "tiempo libre" fue lo que consiguió que naciera la Filosofía; en los tiempos modernos, confirmo que el "tiempo libre" es lo que trae consigo la debacle de Occidente con las redes y su anonimato mugroso, y las prensa de izquierdas con olor a naftalina: todo molesta. Todo irrita. Todo acompleja. La envidia es mala. Pero el aburrimiento, es aun peor.