El eslogan de ‘impotentes’ en una de las camisetas más polémicas del último desfile de Gucci parece haberse coordinado con los ministerios y con Irene Montero en un momento en el que ya hemos decidido enterrar definitivamente la masculinidad y, con ello, a los hombres.
Para el director creativo de la firma de lujo italiana, Alessandro Michele, que dio a conocer su última colección esta semana en la Milán Fashion Week, "la masculinidad tóxica genera opresores y víctimas". Y yo, al igual que ustedes, me hago la pregunta de qué (carajo) significa ‘masculinidad tóxica’, y si acaso la ‘femineidad tóxica’ o más bien el ‘feminismo tóxico’ no será igual de peligroso.
Tal como completa en el comunicado el "genio" de la moda, todo ello hace referencia a su deseo de ponerle fin a un modelo de masculinidad en el que se muestra la figura del hombre como "dominante" y "triunfador". Y la siguiente pregunta que me cuestiono es qué hay de malo en que el hombre aspire a ser dominante y triunfador, y si acaso no estaríamos ocasionando con estos "nuevos ideales" complejos en muchos hombres que no cometen ningún delito al ejercer una filosofía de vida que aspira a la conquista, la fuerza, el dominio y el éxito, respetando siempre a las mujeres.
Los que me conocen saben de sobra mi papel de defensora de los derechos de la mujer y la lucha por la igualdad de género. Pero esto, señores, creo que se nos está yendo de las manos.
Antes del aterrizaje en el desfile de la simplona camiseta de la impotencia-impaciente (‘impotent’ e ‘impatient’), pudimos ver modelos escuchimizados con cara de pasar de hambre, mientras desfilaban con una ropa setentera, con estampados de aves diversas recién salidas de sus cascarones como oda al "renacimiento" del humano-errante. Lo de ‘humano-errante’ me lo acabo de inventar yo y me encanta: da la sensación de que seguir el instinto es errar, y da la impresión de que ser hombre dominante es algo obsoleto, así que lo de ‘humano’ o ‘ser’ es una manera de no caer en los clichés del sexo fuerte. ‘El nuevo hombre’ con Gucci ha nacido, señores: ese que ha dejado a un lado la naturaleza para convertirse en un híbrido entre lo que Dios ha hecho, la sociedad le exige, las feministas imponen (aquí en España tenemos muy buenos referentes en el ministerio de Igualdad, eliminando cualquier rastro de hombre) y los genios de la moda.
Entre esta cuádruple presión: naturaleza-instinto, feminismo extremo con medios de comunicación a su servicio, una sociedad occidental que todavía continúa esperando el triunfo del hombre y una industria de la moda y la belleza que ha acobardada al no-macho, está consiguiendo que uno no sepa ya ni lo que es, ni a qué ha venido. Y el desconocimiento de la esencia de uno mismo, implica una profunda pérdida de valores, que, automáticamente, tiene como respuesta la búsqueda de cualquier dogma que abrazar.
Primero hemos matado a Dios. Después, al hombre-masculino para dar lugar al nacimiento del humano-errante que, para sobrevivir, se lanza a por cualquier "religión".