Sin pelos en las cejas
"Tememos la invasión del retorno de una moda que no está gustando nada a los analistas de tendencias".
No se puede vivir sin aire acondicionado (o en su defecto) ventilador (si tenemos que soporta la ola de calor que hemos tenido la semana pasada); como tampoco se puede existir en Occidente sin el cargador del móvil; ni sin cafeína, ni tampoco sin haber vivido al menos una de las 13 Champions que ha ganado el Real Madrid.
Sin embargo, conforme he ido creciendo, me he dado cuenta de que se puede vivir (y sobrevivir) sin depilarme las cejas. Sí. Otras partes del cuerpo no. Rotundamente "no". Pero al vello de las cejas le podemos dar riendas sueltas y dejarlas vivir. Al menos en mi caso. Ahora son más gruesas, más perfectamente despeinadas y algo oscuras si las comparamos con mi pelo. Y yo, tengo más tiempo y más paz.
Pero tememos la invasión del retorno de una moda que no está gustando nada a los analistas de tendencias. Después de haber visto la portada de la edición británica de Vogue (la que marca la tendencia junto con la americana) nos hemos llevado un importante ‘bajón’: Rihanna con unas microcejas. ¡Qué horror! Respaldada por la marca Fenty Beauty, la línea de la cantante, sus minicejas ya son noticia: arqueadas, hiperdelgadas y oscuras. Las cejas de Riri son casi invisibles. Casi ausentes. Y no gustan nada.
Fue una bendición de la industria de la estética cuando hace 10 años la moda decidió abandonar esas cejitas redondeadas y extra finas (como las que se pintaban en los 20 y 30 muchas actrices), dejando paso a un nuevo mundo: a cejas tremendamente gruesas (cuanto más gruesas, más in; ya sabéis, el exceso es lo que marca la moda) y además muy pobladas. Hasta el entrecejo se empezó a ver bien. Algo discutible. Una modelo como Cara Delevingne apostaba por esta tendencia, y las campañas de publicidad de la industria exponían a mujer cejudas. Sí, Frida Kahlo, la artista mexicana, lo llegó a predecir también.
Los centro de estética no tardaron en rentabilizar las cejas gruesas. El microblading, que consiste en una especie de tatuaje semipermanente en la parte de las cejas para marcarlas aún más y definirlas, fue una fuente de ingresos interesante. Paralelamente, firmas como L’Oreal, Maybelline, Mac y otras tantas lanzaban productos para pintar las cejas de uno de manera sencilla y barata. Algo más rápido, cómodo y fácil de hacer pero menos eficaz que lo anterior.
¡Se acabó, amigos! Vuelve el horror. Ahora la estrategia comercial consistirá en fabricar pinzas para arrancarse pelos en zonas delicadas como las cejas. La forma en cuestión (arqueada y finita) volverá a ser una especie de hilo putrefacto y casi invisible. El resultado de imitación en muchos casos se manifestará en mujeres que, entre pelo y pelo, se ha quedado sin el mismo, pasándose de la raya (y nunca mejor dicho) y teniendo ligeras ausencias espaciales en esa parte del rostro que tanta intensidad aporta a la mirada. Porque, unos ojos bonitos, sin unas cejas armoniosas, no sirven de mucho.
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