El año pasado, la tontuna del verano fueron las polémicas y exitosas toallas para pechos que sudan; el anterior, el turno fue para los tatoos solares; y este, las posturas raras e imposibles.
¿Cómo lo llamamos? La metodología para encontrar el término apropiado es el siguiente: elijamos la palabra de la gilipollez del momento, que en esta caso es hacer "posturas" en fotos para revistas e Instagram; y añadámosle al final de la palabra un "ing". Para que lo entiendan, mientras me leen, vayan a Google y en 'imágenes’ escriban "posturing moda" y vean las atrocidades estéticas del asunto en cuestión.
El posturing no está al alcance de todos. Hay que estar en forma y tener flexibilidad (además de un novio/madre que te fotografíe y tiempo libre; mucho tiempo libre).
Imagínense: el cuerpo de una mujer, vestida con un mono unicolor, apoyando las nalgas en el suelo, la cadera en torsión, los pies en alto, arquea la espalda, el brazo izquierdo debajo de la nuca, el derecha acaricia el tobillo izquierdo del pie, la nariz pegada a un hombro y la expresión de la cara a caballo entre la vida y la muerte (también vale la expresión de orgasmo cósmico).
Pose imposible. Lo sé. Pero por ahí van los tiros. Son posturas tan sumamente raras que el kamasutra debe de ser hasta vulgar.
La moda pide a gritos el posturing en sus editoriales y campañas: firmas como Balenciaga, Alexander Wang y los maniquíes de Zara apuestan por esta tendencia, ya analizada por expertos como la artista Yolanda Domínguez y la campaña "Stop Female Death in Advertising", dado que denuncia la expresión de las modelos de este tipo de imágenes.
Al posturing le acompaña una actitud hierática que se intensifica con la androginia visual. Un cuerpo voluptuoso y rollizo sería incapaz de reproducir un posturing exacto (consideran los fotógrafos). A más hueso, más flexibilidad, y más vende la imagen. ¡Todo un fracaso para la ética de la estética!
Así de simplista y estúpido, que sólo tiene gracia si le damos un toque de humor. Los que hacen yoga o pilates lo tendrán más fácil. Yo casi que me quedo con las toallas para los pechos para esta ola de calor. Nunca entenderé este tipo de tendencias, pero está claro que las ideas en la moda se agotan y necesitan más. En este mundo los excesos son bienvenidos, las carencias siempre abundan, y el gilipolling no entiende de límites.