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Katy Mikhailova

Agujeros emocionales

Lo de los vaqueros y jerseys rotos, símbolo de rebeldía, llega ahora a las marcas de lujo más extremo.

Lo de los vaqueros y jerseys rotos, símbolo de rebeldía, llega ahora a las marcas de lujo más extremo.
Emily Ratajkowski, en vaqueros (rotos) | Cordon Press

Hace un tiempo que escribo sobre jerseys agujereados, que forma parte del movimiento del feísmo. Hasta ahora eran jerseys y pantalones carcomidos, a propósito, por roedores transformados en modistos, o creativos que imponen a los artesanos usar tijeras para rajar una tela como si no hubiera un mañana.

Lo de los vaqueros rotos parece empezar a calmarse; aunque no del todo: la que los guarda en su armario de las tres temporadas pasadas, seguirá poniéndoselos otras tres temporadas más, por lo menos, hasta que se rompan del todo o caigan en el olvido.

Pero, cuando esta estética -que en su día fue un símbolo de protesta y rebeldía- parece silenciarse, aterriza el lujo más lujo, más extremo y más ‘posh’, repleto de agujeros. Enormes, además.

Louis Vuitton lo ha hecho. Sí. Ha sacado un ‘shopping bag’ -no sé si lo habrán llamado así, pero le pega un montón- con el estampado clásico del monograma y con importantes "huecos" en ambos laterales del bolso, que aspira al pragmatismo.

No es que me pasee a diario -ni siquiera semanalmente- por la web de la marca francesa, pero sigo a uno de esos influencers que mayoritariamente habla de bolsos. Mister Bag -como no podía ser de otra manera- es el nombre que recibe un joven entendido de la moda, llamado Abel Hernández, y afincado en Barcelona.

Con su gracia natural, compartía una foto con susodicho elemento en su perfil de la red preferida por los bloggers e ‘it girls’ e ‘it boys’. Su instagram está arropado por un ejército compuesto de miles de ‘branding victims’ -yo entre ellos, aunque más que ‘víctima de las marcas’ me autodefino como ‘víctima del aburrimiento ocasional’-.

Cuando vi aquella foto con aquel saco no dudé en compartirlo en mi perfil de la misma red y escribir la primera idea que se me pasó por la cabeza: "Cuando en Vuitton se cansan de que les copien y deciden sacar bolsos agujereados porque saben que la gente común no lleva bolsos agujereados... No sé si es sublime o estúpido. Pero me encanta".

No sé si en mi mente en estos momentos sigue vigente aquel pensamiento transcrito, pero lo que es obvio es que las marcas necesitan reinventarse y buscar signos distintivos para diferenciarse del resto, y sobre todo huir de su peor pesadilla: la falsificación de uno mismo.

Más allá del objetivo por el que la casa de lujo ha optado por este nuevo diseño, lo que me preocupa, me inquieta, me atormenta y me perturba es qué sentido tiene una cartera que no puede hacer de cartera. Es como un cafetera que no puede hacer café, un piano que no emite sonido, un coche que no circula o un humano que no razona.

¡Basta ya de la moda decorativa! Para esto está el arte. Aquel bolso en la próxima edición de ARCO estaría justificado. Pero no. La casa de lujo seguro que tiene una manera de justificar la existencia de esta creación divina.

¿La solución para darle vida al insultante ‘luxury bag’? Incorporar una bolsa -no agujereada- dentro del bolso -agujereado- para que la primera proteja las pertenencias de los agujeros y la desaparición -o el hurto- de nuestros objetos particulares.

Me pregunto si puedo permitirme el lujo de hacer como el prota de aquel anuncio de Donuts cuando la marca decidió sacar su producto estrella sin el agujero. ¿Recuerdan que tras quejarse y conseguir su agujero, pidió que se lo devolvieran para comérselo también? Se me ocurre pedir los trozos del forro que faltan en este ‘must have’ -en lenguaje de moda, ‘obligatorio tener en tu armario, y si no puedes comprarlo te jodes’- y reciclarlos para tapar los agujeros de los tejanos de la temporada pasada. Así todo se equilibra y queda en familia.

En Chic

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