¡Teñirse el pelo con Nutella. Así lo leen. Es la tendencia de este nuevo año y es lo más en la moda. Es la última imbecilidad cuya autora es una blogger de Dubái. 16 millones de individuos la siguen en Instagram. Imagínese, basta con que un 1 por ciento de sus seguidores repitan semejante estupidez como para verificar que el vacío del cerebro de algunas personas no conoce límites. 160 mil mamarrachos haciendo el experimento en sus casas. Todo ello para comprobar que teñir teñir, lo que se dice teñir -o sea, cambiar el color del pelo oscureciéndolo, supongo- no se consigue.
Lo gracioso es que decenas de "pseudoexpertos" no se han resistido a testar esta nueva fórmula, obteniendo la tan pobre teoría de que esta adictiva crema de chocolate funciona como una especie de acondicionador. Es lo que tienen las avellanas, al parecer.
Yo, lo cierto es que me los imagino a todos untándose la crema en la cabeza mientras aprovechan y le meten mano al asunto. Del azúcar en esta ocasión no procede hablar, ya que no es algo que tenga mucho glamour –no es detox, ni es vegano ni de color verde; el azúcar engorda, y, por tanto, no mola–.
La otra gran pregunta es si semejante invento ha podido repercutir en las ventas directas de la facturación de la casa de chocolates italiana, y mi sugerencia es pedirle a Paula Echevarría, por ejemplo, a sumarse a esta tendencia pero con Nocilla, que para algo es producto nacional.
La verdad es que si tengo que elegir entre mascarilla para la cara de heces fecales, comerme un yogur de semen para la flora intestinal -lean De Semen y Cocinillas- o lavarme el pelo con crema de castañas y demás, casi que me quedo con esto último, aunque por el camino parte del bote se vaya a mis cartucheras sin piedad ni perdón.