Instagram está poblado de fotos de madres e hijos vestidos de manera idéntica. A estos últimos, nadie les pregunta si les gusta esa ropa "a la última", ese peinado tan moderno, y si les apetece la idea de quedar retratados en el tiempo en una red social.
Las modas en Occidente han ocupado un papel tan relevante en la vida de ciertas personas que implica que estas actúen por impulsos, caprichos y antojos, y no desde la racionalidad y la ética. Mujeres que, solo por llevar de compras a sus niños y sacarles unas fotos y después colgarlas, están dispuestas a convertirse en madres sin pensarlo dos veces.
Si se trata de comprar un abrigo o un bolso carísimo las consecuencias no son tan graves como en cuestiones más serias. Pero cuando se trata de vivir la boda de tus sueños o tener un hijo por antojo y moda, ya hablamos de casos más profundos dignos de encerrar a uno en un manicomio hasta que entre en razón.
Y es que ser madre está de moda. Así de simple. Da igual si soltera, con padre, sin padre, con banco de semen, o semen con banco … la cuestión es ser madre a toda costa. ¿Por qué? Porque las it-girls ("chicas de moda") de hace unos años ahora son madres, y en sus blogs e instagrams se dedican a promocionar carritos de bebés, ropita de niños, pulseritas, cremitas, juguetitos y toda la mercadotecnia que puede girar en torno a un niño. Y esto genera un deseo en las followers (seguidoras) de estas a repetir el mismo patrón vital, aspirando a ser lo que representan las chicas, ahora mamis, de moda.
Por ejemplo, Carbonero ha pasado de "vender" en su blog productos de belleza y de moda a ofrecer productos para niños. Algo similar ha ocurrido años antes con Echevarría. Y otras tantos bloggers, menos conocidas, que han pasado de ser chicas modernas a madres modernas. Ante esta tendencia, algunas mujeres, alienadas, siguen sus pasos.
No me parece mal que se explote un mercado como el "mundo-bebé", pues soy una gran defensora del libre mercado y del consumismo moderado. Lo que me parece preocupante es que este tipo de "modas" empujen a mujeres, a menudo indecisas y que atraviesan algún tipo de crisis existencial, a tener un hijo al precio que sea.
Sí. Al precio que sea, y nunca mejor dicho. Cada vez hay más casos de madres solteras que piden préstamos bancarios, para recurrir a la inseminación artificial.
Buscan rellenar un vacío vital. El otro día, en un almuerzo con un conocido, me contó que su mujer estaba esperando su segundo hijo: "Era o separarnos o tener otro hijo". No voy a profundizar más en cuestiones psicosociológicas, ya que mi columna va de moda y de modas. Pero es un reflejo más de esta sociedad en que, si bien unos se dedican a aniquilar libremente vidas bajo el burdo lema de "parimos y por eso decidimos", otras se obsesionan con ser madres, pero no por formar una familia sino por tener un mono de feria del que presumir, al que vestir, con el que entretenerse, fotografiar y sacar en las redes sociales… aspirando a ser algo que no son.
¿Consecuencias? El que sufre es el hijo fruto de la irracionalidad de una progenitora adicta a las modas sociales, que tiene que convivir con el trastorno de una madre que no está psicológicamente preparada para serlo. ¿Por qué no se compran un caniche?