Es posible que hayan llegado a sus oídos palabras como gordibuena o curvies, conceptos para definir a mujeres que se salen de los cánones de belleza establecidos en el mundo de la moda. No más mujeres esbeltas, con piernas infinitas y photoshop escondiendo cualquier rastro de autenticidad. Parece que algunas marcas empiezan a darse cuenta de que no existe un único tipo de mujer, porque la realidad del cuerpo femenino está en la calle, no en las revistas ni campañas de moda.
El concepto gordibuena nació por la "necesidad" de poner una etiqueta a las mujeres que no están ni delgadas ni obesas, la opción femenina al famoso fofisano. Porque si un fofisano está bien visto, ¿por qué no debe estarlo una gordibuena? Para este baile de nuevas palabras, mejor poner caras. El éxito más claro a nivel internacional es la estadounidense Ashley Graham, una joven de 27 años con una 44 que se ha convertido en la modelo de tallas grandes por excelencia. Un ejemplo de que belleza y talla no son incompatibles. ¿La prueba? Las marcas luchan por que se convierta en imagen de sus productos desde que apareciera, rompiendo las reglas, en la portada de la reputada Sports Illustrated, una publicación que parecía destinada a las mujeres más espectaculares del mundo.
Pero hay que tener cuidado con lo que ahora se entiende por mujer real. La madrileña pasarela Cibeles decidió frenar el goteo de jóvenes con aspecto enfermizo en sus desfiles y se convirtió en pionera cuando comenzó a exigir un índice de masa corporal mínimo a sus modelos. Pero, igual que idealizar a la mujer extremadamente delgada es un error, defender un estereotipo opuesto también puede resultar peligroso para la salud. No es el caso de Ashley Graham ni de modelos cuya talla abarca de la 40 a la 44, injustamente clasificadas como grandes.
El ejemplo de Tess Holliday es el más llamativo. Con una talla 50 y 120 kg de peso, defiende su trabajo como modelo plus size y acusa directamente a la marca de lencería Victoria’s Secret, de "perpetuar un problema de la sociedad que fomenta que tienes que ser de una cierta manera, como un ángel de VS, para sentirte bella y sexy".
Su crítica es completamente lógica y clara, pero poner de ejemplo la figura de Tess Holliday como símbolo de belleza real conlleva el peligro de pensar que lo suyo es salud, cuando la obesidad es una enfermedad que implica problemas muy severos.
El mensaje que intenta calar en la sociedad es el correcto, sentirse bien con uno mismo y aceptarse, pero hacer pensar a una mujer que su cuerpo es más real que otro por tener dos o tres tallas más es inadecuado, igual que excluir del concepto "real" a un porcentaje también alto de la sociedad por tener constitución delgada. Educar y concienciar a las mujeres de que las modelos de anuncios y revistas no son un reflejo es un gran paso, pero volvemos a caer en el juego de imponer otro ideal de belleza, excluyendo a mujeres por su complexión delgada.
La palabra real no debería utilizarse para referirse a la belleza, porque la belleza no la define una talla de ropa, y muchos menos para enfrentar dos prototipos de mujer, gordas a flacas. Fomentar la autoestima y mantenerse en forma con un estilo saludable debería ser el mensaje.