El asunto sigue generando noticias y debates pasadas incluso las 3 semanas. Hablo de las polémicas campanadas. Y es que hace unos días el famoso estilista de moda Víctor Blanco, que asesora a celebridades de la talla de Mónica Cruz o Megan Montaner, publicaba en su perfil profesional de Facebook una fotografía de Nieves Álvarez posando con un vestido bastante parecido al que lució Cristina Pedroche en las pasadas Campanadas.
A la fotografía, en la que la presentadora del programa de moda posa con un vestido de alta costura del gran Zuhair Murad, le acompañaba este texto: "Todas lo copian pero ella fue la primera hace dos años. Nieves Álvarez durante nuestro fitting para los Premios Goya 2014".
Y es que la foto, publicada por el estilista, ha generado bastante furor en las redes. Como se puede apreciar en la instantánea que encabeza este artículo, el traje recuerda bastante al que la "humorista" de Zapeando llevó en las pasadas campanadas. Transparencias, pedrería… Sin embargo, algo cambia.
Pasa que, además de ser el vestido una "inspiración" lamentable, la percha no es Pedroche. Eso es lo que pasa. Pasa que lo luce una mujer alta, fina y con un saber estar inigualable.
Cuando me preguntaban sobre el vestido de Pedroche, no me llevaba las manos a la cabeza porque me pareciera indecente e inapropiado. Simplemente, el vestido, en ella -en Cristina-, me resultaba grotesco y vulgar. Una cruel metáfora del buen gusto que flaco favor le hace a la firma Pronovias. De hecho, conozco a chicas que se casan este 2016 y han renegado definitivamente de la firma catalana.
Y esto último lo digo porque el público objetivo de Pronovias no es una chica de barrio que se casa con vaqueros.
El asunto de mi columna no va de arremeter contra Pedroche -a pesar de que me parece profundamente decepcionante que diga que "no se siente española"-, sino que se centra en el fenómeno de hasta qué punto una prenda puede ser transformada, para bien o para mal, según quién la luzca.
Y es que, recuerdo hace años cuando Eva Longoria confesaba llevar un vestido de 10 dólares combinado con unos tacones de 800. Todo el mundo, la prensa y sus seguidores no daban crédito de que aquel vestido tuviera ese precio.
Nieves -gracias al talento trabajado de Víctor Blanco, un tipo estupendo por cierto- es capaz de llevar un vestido que, a pesar de sus transparencias, no le resta estilo, sino que la convierte en una mujer elegante y sofisticada. El refrán de la mona -ese que dicen de que aunque la mona se vista de seda…- cada vez cobra más sentido. Hay cosas que el dinero y la fama no pueden comprar. Algunos lo llaman elegancia, yo lo llamo nobleza.