Estamos a un día. A un día de ese gran día. El 20D. Y aunque algunos piensan que lo del moratón de Mariano no fue para tanto, creo que es hora de entender que eso no se una máscara sino la representación del anarquismo más radical ajeno a un ser humano. Pero no hablaré de Mariano. Hoy escribo de esos dos partidos inesperados hace más de un año.
Algunos de los candidatos siguen sin dar la talla, y nunca mejor dicho. Pablo Iglesias, después de ya un par de años yendo de plató en plató sigue sin conocer cuál es su, insisto, talla. Esa ropa ancha que lleva, además de encorvarse, para transmitir una imagen de victimismo, no es su mejor tarjeta de presentación. Aun lavándose el pelo con champú "anticasta", le vemos poco a poco acercarse a dicha supuesta "casta" de la que habla, al empezar a usar de cuando en cuando algunas corbatas. Aun, siendo de color blanco-amarillo tales camisas y combinándolas con unos tejanos en tonos camel, sigue teniendo mucho trabajo en este sentido. Ya se deshizo del piercing, pero tal vez debería arreglarse los dientes si quiere dedicarse a esto de la política. Y si no, miren a Pedro Sánchez, que, aunque diga tantísimas barbaridades, tiene una dentadura de actor, como decían antiguamente.
Por su parte, Albert Rivera es el único que tiene una estrategia en esto de vestir. Estrechando sus corbatas y chaquetas —uy… esas corbatas a lo Pep Guardiola me provocan picores— aspira a ser moderno. Y lo consigue. Con esa cara de niño de no haber roto un plato -que a lo mejor es así, no digo yo que no-, sabe cuándo ir de progre y cuándo de conservador. Si te enfrentas a Pablo, te remangas la camisa; por supuesto ni chaqueta ni corbata. "Estoy frente a Pablo, y necesito transmitir imagen de alguien que trabaja con las manos, una imagen cercana al obrero" imagino que se dirá o le aconsejarán sus asesores. Cuando necesita el voto de la derecha, va de pingüino. Gozando del aparente y efímero lujo del presunto "centro" político, se mimetiza cual camaleón según sus propios intereses. España, por desgracia o por fortuna, ya no es ni azul ni roja; tenemos más colores, más opciones y más políticos a los que desvestir.