La estética de vestir como calabaza, de convertirte en bruja o zombi, parecer una demonio-putita o, aún peor, una putita-demonio, emular a personajes ficticios como Drácula, la familia Adams y todas esas "cosas" ha sido la preocupación de una parte de nuestra sociedad, -sociológica y culturalmente católica, aunque no siempre practicante-, para celebrar esta noche una fiesta puramente americana.
Un sinfín de cosméticos de malísima calidad -pues creo que de momento las grandes marcas no ofrecen maquillaje de colores apropiados para Halloween- ensucian las caras de no pocos. Que si me pinto la puntita de la nariz y unos bigotitos para ir de ‘cat-woman’, que si me maquillo toda la boca en color rojo pasión para simular que he devorado a alguien. ¿Las consecuencias sobre la dermis? No importan. Lo que prima hoy es pasarlo en grande esta noche, y beber como si no hubiera un mañana.
No entiendo nada. ¿Usted sí? Si leemos nuevamente el primer párrafo no encuentro la lógica y el sentido. Y es que se venden hasta fundas de iPhone y iPad decoradas con imágenes que se asocian a esta fiesta pagana. Si la pregunta es si se hace caja, la respuesta es que sí. Si la siguiente pregunta que nos podemos plantear es qué hay de la ética que debe acompañar a una estética, yo no tengo respuesta.
Y es que la moda ha creado una tendencia convirtiendo el que podría ser otro de los muchos símbolos de Halloween en un estampado "imprescindible" -los "must have", para que luego digan que la moda es un grito de libertad…-. Acordémonos de las calaveras que impulsó Steve McQueen. Calaveras por doquier. Después le siguió Karl Lagerfeld. En pulseras, cinturones, bolsos tipo clutch, sudaderas, relojes, abrigos, bandoleras… las podías estampar sobre una carísima napa de cordero o sobre una tela y venderla en un Todo a 100. Nace primero la tendencia entre los grandes diseñadores; y, cuando la "estética" se masifica, pasa a los grandes almacenes -hablamos del Low-Cost moderado-; y terminan sus días acumulando polvo en los mercadillos y tiendas chinas.
Lo que no dejo de preguntarme es qué se le pasa a una mujer por la cabeza a la hora de portar una camiseta con una calavera gigante dibujada en el medio. ¿Qué mensaje pretende mandar? ¿O es llevar por llevar? ¿Arte por el arte?, ¿alienación mental o estupidez supina?
Ejemplos como estos se basan en poner de moda, de la noche a la mañana, algo escatológico y feo. ¿O es que vamos a llevar cinturones con cacas dibujadas y bandoleras cuyo estampado se compondrá de riñones pintados en color verde caqui o rosa chicle? No tiene ninguna gracia exaltar toda esta "simbología" relacionada con la muerte y, con la fealdad, en suma. ¿Saben que una multitud de firmas de lujo y low-cost, hace dos temporadas, se desvivían por vender cruces? ¿Saben que esas cruces no se consumían con motivos religiosos sino con un fin puramente estético?
Bastante tuvimos con el maquillaje cocain-chic -término apodado por algunos críticos de moda, a mí jamás se me pasaría por la cabeza frivolizar así- en donde los ojos, totalmente negros y ahumados, exageradamente oscurecidos, destacaban sobre un rostro pálido pintado prácticamente de blanco. Lo cierto es que no le veo ninguna utilidad a esta fiesta. Cada quien es, por supuesto, libre de celebrar lo que quiera. Este artículo no es una crítica a Halloween, sino a que reflexionemos sobre cuál es el mensaje que pretendemos transmitir con la estética, no sólo el 31 de octubre, sino todos los días del año. Porque ir de calabaza es muy fácil, lo difícil es hacerlo con elegancia y sentido.