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Katy Mikhailova

Cámbiate tú

Al ser humano le fascina conocer el "antes" y el “después” de una misma realidad. Cuanto más contraste, más gusta.

Al ser humano le fascina conocer el "antes" y el “después” de una misma realidad. Cuanto más contraste, más gusta.
Participante de Cámbiame | Telecinco

Vivimos en la era del culto al cuerpo y a la belleza, que yo defiendo hasta cierto punto; estamos inmersos en una sociedad alimentada por la televisión y el incansable soporte multimedia de Internet, por lo que los realities y programas centrados en el cambio son una apuesta segura. Sin entender muy bien la razón psicosociológica que subyace en el inconsciente del hombre de Occidente, al ser humano le fascina conocer el "antes" y el "después" de una misma realidad. Un antes y un después de una casa, un antes y un después de un restaurante, de un cuerpo, de una cara. Cuanto más contraste, más gusta. A más exageración, más placer. Así somos, que nos movemos, en menor o mayor medida, por el morbo y la curiosidad.

Pero estos concursos de telerrealidad impulsados inicialmente por modelos de programas norteamericanos empiezan a rozar en el snobismo, la subjetividad, la arrogancia y la estupidez. Y la última cadena en subirse al carro ha sido Telecinco con Cámbiame. Un concurso que -aun respetando a todos los trabajadores que hacen posibles las pildoritas que sirven de "hamaca" entre el profundo programa de MYHYV y el telediario- es bastante plano, poco sorprendente y muy pedante. Pedante no por la finalidad que persigue -además de generar audiencia y hacer caja, algo entendible- de "hacer felices a las personas", sino por la manera en la que buscan sus objetivos. Esa manera se basa en tres coaches, "gurús" de la moda -título adjudicado según el número de seguidores que tenga uno, pero sin garantizar la calidad del gusto por la estética-, osados, a veces algo groseros y con bastantes errores garrafales que saltan a la vista de cualquier telespectador con un mínimo de criterio.

Durante varias semanas he estado analizando el programa, con el fin de darle una segunda, tercera y hasta cuarta oportunidad. Pero el desastre que hicieron con aquella chica -cuya foto del "antes y del después" aparece al principio del artículo; y no se confundan, el antes está a la izquierda, no a la derecha como podría parecer- invita a reflexionar la eficacia de este programa o de los gurús de la moda que lo componen.

¿No se paran a pensar que el cambio que buscan en lo físico no es sino una carencia o algún problema a nivel psicoemocional? ¿No se dan cuenta de que con cortar el pelo, teñirlo, ponerles varias prendas al gusto del coach e inyectando ácido hialurónico en los morros y en los párpados no es más que un cambio a corto plazo? ¿Y qué decir de aquellos que no son elegidos y salen más deprimidos de la "cinta en movimiento" que cuando entraron? Y, por último, ¿por qué no se cambian ustedes? No critico, que conste, la labor de un estilista que trata de contribuir simbólicamente a la estética de una persona que trata de reflejar una ética; háganlo, pero dejen a un lado los egos, la vanidad, y todas esas cosas que flaco favor les hacen a los concursantes.

En Chic

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