Tengo una conocida que siempre lleva bolsos de imitación de Chanel. Los tiene de todos los tipos, colores, formas, incluso ediciones que se supone que son limitadas. Y elogia tanto sus bolsos que prefiero ni preguntar por qué ese hilito sobresale del borde o cuál es el motivo de que la doble "c" esté torcida. Sin duda alguna es un caso extremo de una persona que crea y se cree sus propias historias. En la época en la que más se compra y más se regala, sale a relucir el fenómeno del ‘quiero y no puedo’ en algunos estratos sociales. Y ahora la cuestión vuelve al debate social al inaugurarse en Nueva York una exposición que recoge los mejores plagios de la historia. Se presentan dos piezas: la auténtica y la imitación de firmas como Prada, Chanel, Balenciaga. Para Coco Chanel los plagios eran síntoma de popularidad, mientras que a Céline no le hace la misma gracia, ya que recientemente retiraba inútilmente las imágenes de su colección ‘resort’ que a los días ofrecía Zara.
La gran cuestión es qué aporta este juego de las apariencias. Aun en tiempos de relativa democratización de la moda, mostrar a qué clase social pertenecemos sigue estando a la orden del día. Ya Emile Durkheim en su momento hablaba de que la escala ascendente entre los diferentes actores de la sociedad forma parte de la naturaleza del ser humano, pero la realidad es que hoy día no todo aquel que lleva ropa cara necesariamente pertenece al estrato social más alto. Fue Karl Flügel quien dijo que empezamos vistiéndonos por cuestiones de pudor, higiene y jerarquización, y que actualmente lo hacemos para manifestar nuestra personalidad y desplegar nuestro atractivo. Una puede estar monísima de Mango sin ir necesariamente acompañada de un monograma compuesto por "LV". No hay necesidad alguna, pero el fenómeno sigue latente. Ahí está. Investigando en Google, resulta que durante este 2014 el bolso más buscado por las españolas ha sido el de "Bimba y Lola" y a menudo acompañado de la palabra "falsificación". De hecho, en 2013 la compañía gallega presentaba más de 120 denuncias por imitaciones de sus productos y un total de 12.000 artículos falsos de la marca fueron intervenidos.
Lo más curioso es que existe una página en Internet bajo el título de "Darling, I can tell by the rest of your outfit your Louis Vuitton is fake" en la que amenazan con excluir de la sociedad a aquel que lleve una imitación. Una medida de lo más divertida, pero poco práctica. Así, este espacio virtual advierte que avergonzará a aquellos que consumen falsificaciones. Sin embargo, hay que aprender a diferenciar entre 2 tipos de consumidores de falsificaciones. El que va directamente a comprar productos a los manteros a pie de calle, cuya indumentaria deja claro que es ropa de mercadillo y cuyos vuittones y guccis los pasean por toda clase de locales; y el que combina ropa aparentemente cara con imitaciones de las "buenas". Y las "buenas" son aquellas falsificaciones con cierto cuidado, muchas de ellas adquiridas a través de webs específicas. Y si bien el primer grupo realiza la compra por impulso y no se avergüenza en reconocer que es una falsificación, el segundo se caracteriza por hacer una compra relativamente racional, meditada y, sobre todo, que quede en secreto.
Se calcula que desde 2004 la fabricación de este tipo de productos ha eliminado al menos un millón de puestos de trabajo en Europa en la industria textil y de complementos; a la par que ha fomentado las mafias, la explotación de personas y el tráficos de drogas. Así, la Unión Europea mediante ‘Too good to be true’ intenta concienciar a la sociedad de las consecuencias de consumir falsificaciones. Y otras marcas se van sumando a este movimiento, al emprender acciones legales. Así, a comienzos del año pasado la firma americana Coach vencía a Fort Lauderdale, famoso mercado al aire libre fundado en 1963 que ofrecía accesorios fraudulentos de la marca, en los tribunales con un acuerdo de 4 millones de dólares por falsificaciones, desde que el Gobierno estadounidense emprendiera el programa ‘Operation Turnlatch’. Este verano la italiana Diesel demandaba a 9 ciberdelincuentes por distribuir copias de sus productos en 83 portales. Y en julio el gigante LVMH llegaba a un pacto con eBay debido a una guerra legal entre ambas empresas por la venta de falsificaciones de marcas del conglomerado de lujo francés. El gigante presidido por Bernard Arnault demandaba en 2008 a la plataforma online americana por permitir distribuir productos de imitación. Y un mes después, hacía las "paces" con Google y firmaba un acuerdo contras las falsificaciones en la red. En un comunicado conjunto anunciaban ambas empresas el acuerdo que han firmado de cooperación para "mejorar sus actuales recursos para abordar la publicitación y la venta de productos falsificados online". Según Andema (Asociación Nacional para la Defensa de la Marca) durante 2012 un 9% de la población española había adquirido productos falsificados por un valor de 992 millones de euros.
Y esto de hacer exposiciones parece más un guiño a las falsificaciones que otra cosa. Podemos discutir sobre la diferencia entre imitación e inspiración. Pero lo más triste es que se copie a un diseñador desconocido. Al final, entre tanta copia, terminaremos vistiéndonos todos igual, olvidando que cada logo, que cada emblema tiene su historia y su identidad propia que no hay que ensuciar.