Nos pasamos la vida pensando en palabras, en abstracto, bajo códigos que han de decodificarse para intentar comprender un poco la realidad. Las palabras son bellas, pero los números no tanto, cuando sobre todo se necesitan para hacer cuentas. Si se llega a final de mes, si el balance de la empresa es negativo, cuando se pasa la barrera de los 30, las calorías que tiene un donut o la prima de riesgo, que aunque los primos de Potemos digan que no existe, no es más que un índice para entender la situación económica, hablando vulgarmente. Pero no siempre la aparente cuantificación objetiva de la vida y sus pequeñas sorpresas son tan pragmáticas e inhumanas. Hay veces en que un número, un simple número, a lo mejor dos, ó hasta tres, puede representar no solo un hecho puntual, sino también un modelo de vida, una filosofía con la que entender el mundo.
Hablamos del 7. Podría pasarme el resto del artículo escribiendo de Raúl, y no pararía, pero en este caso hablo de las famosas corbatas de Lino Ieluzzi, probablemente uno de los hombres más elegantes de Italia, empresario nato, cuyo producto estrella en los últimos años son unas simples corbatas, confeccionadas en un material propio de las chaquetas de traje, para que el nudo se mantenga intacto más tiempo, con un "7" bordado sobre un tono uniforme. Y es que el empresario italiano, que sólo cuenta con una única tienda en la capital de la moda, estuvo visitando Madrid la semana pasada con el motivo de una nueva reunión del Club El Aristócrata, presidido por Lucio Rivas quien no dudó en optar por otra de estas famosas corbatas, en el Hotel Intercontinental.
Lino habló, en un italiano descarado y seductor, de la moda en general, y de su empresa en particular. Pero llamaba la atención que esa corbata tan original y tan simple al mismo tiempo, tuviera el número 7. Y por mucho misterio que esta cifra suscita entre todos sus seguidores y los amantes del buen gusto, en realidad no es más que una mera fecha de cumpleaños. Un 7 de octubre le ha valido para crear un hito. Después vendrán los "cincos", los "treses", los "nueves" y los "onces", pero nada sería parecido.
Contaba entre risas el que es enemigo del color negro que es el 7 el número de los masones, pero yo no dejaba de tener la cabeza en una aparentemente frívola posición del campo de fútbol. En cualquier caso, a pesar de que la estética a veces sea una manifestación de la ética, también es aquélla una oportunidad de darle rienda suelta a la imaginación para justificar un derroche material. Son muchas ya las empresas que giran en torno a una cifra: ValeCuatro, 8Golf & 8Pádel de Javier Salinas, y otras tantas marcas que ahora no voy a citar. Pero Lino no ha creado su marca partiendo de una cifra. El italiano supo posicionar su firma centrándose en la artesanía, la elegancia, la personalización, el gusto, el cuidado y el hecho de que él mismo, a pesar de que los años pesen sobre su rostro, es la mejor imagen de la empresa. Y el 7 no ha sido más que la guinda del pastel que ha terminado de rematar del todo el glamour que desprende su marca personal. Tanto es así, que todo adicto a la elegancia debe tener una de esas corbatas.
A mí me gusta, no por su amabilidad y su cercanía de sacarse fotos con su propio móvil y subirlas a su cuenta de Instagram de la que es un adicto, sino porque se da la enorme casualidad de que he vivido gran parte de mi vida pensando en el 7. Sí. Pensando en el 7. Tuve la suerte de vivir en el número 7 y me paso la vida pensando en que este número refleja la maravilla del mejor fútbol pintado de blanco, aunque a veces reconozco tener un ligero desliz con el 93, o para ser más precisos, 92.48. Y nada más.