"Kitsch", traducido a nuestro idioma, extravagante o pasado de moda. En este caso etimología de la palabra, de origen germánico, nos da una pista significativa sobre el propósito del estilo: romper con la norma a base de estridencias bañadas en colores puros que aparecen desperdigas como si fueran los juguetes por recoger de un niño.
El estilo "Kitsch" rechaza de plano los estigmas clásicos de decoración. Esta tendencia se desmarca de la compostura hacía la extravagancia para acabar llegando, a partir de formas sorprendentes y colores chillones, a la máxima expresión de la originalidad.
Consiste en mezclar entre las mismas cuatro paredes muebles y objetos de diferentes formas, texturas, tamaños y colores sin ser necesario que se complementen entre sí. Quizás después de seguir estas pautas algunos rincones no colmen nuestras pupilas de placer al verlos pero no importa. En el "Kitsch" la estética y la funcionalidad quedan relegadas a un segundo plano mientras que la ostentación domina la decoración.
El look minimalista está desterrado. Cuantos más objetos ornamentales engalanen cada rincón de nuestra casa mejor. Es una tendencia que tiende a la sobrecarga de elementos de decoración que deben ser de diversas formas y texturas para dar este contraste chocante que define el "Kitsch". Los colores más buscados por los amantes de esta corriente son el rosa chicle, el violeta y el azul en todas sus tonalidades.
Respecto a los materiales a utilizar también hay un amplio abanico donde seleccionar los más indicados para nuestras estancias. Por ejemplo, puedes combinar un sofá de un color liso con una alfombra con el animal print más salvaje, todo alumbrado por una lámpara de cristal siempre en tonos subidos. No obstante, el libre albedrío que da el estilo al dueño para decorar toda la habitación se acota en el suelo, el laminado de madera de vetas oscuras es el impuesto por la tendencia.
Con el tiempo, el estilo nació en Munich entre los años 1860 y 1870, hay objetos que no se pueden separar del "Kitsch" y forman parte de su idiosincrasia. Ornamentos que encarnan su esencia a la perfección y que de manera silenciosa habitan entre nosotros. El ornamento fetiche es el gato japonés Maneki-neko, pieza de cerámica o plástico que se pone en la entrada de los negocios porque se piensa que atrae el dinero. Seguro que todos hemos visto al hipnótico gato menear su brazo izquierdo una y otra vez.