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Adiós a Manolo Escobar, el último cancionero

Nos deja Manolo Escobar, el artista popular español en todas sus acepciones.

Se nos ha ido el último gran cancionero de la copla española. Si en los años 40 y 50 el riojano Pepe Blanco ostentó ese trono, quien lo ha mantenido hasta hoy ha sido sin lugar a dudas Manolo Escobar. Era el más veterano de los artistas de su género. Con una dedicación ferviente, después de cincuenta y cinco años en activo. Su palmarés, abruma: un millar de coplas estrenadas, varias docenas de espectáculos de variedades, con "no hay billetes" en las taquillas y en plazas de toros. Amén de su veintena de películas, las más populares aquellas que rodó junto a Conchita Velasco.

Si hay un adjetivo que mejor le cuadre y que resume toda una vida de artista es la de popular, en su más exacta acepción. Querido en toda la geografía española a lo largo de tres generaciones. Cuando a finales de los años 60 la copla estaba en clara decadencia, él mantenía la llama de ese género tan nuestro, engarzado con la cultura popular, dígase lo que se quiera. A finales de los 50 grabó sus primeros discos: Ni se compra ni se vende, El primer bautizo, Yo soy un hombre del campo, Te canto con mis guitarras… Sonaban a casi todas horas en la radio, en aquellas entrañables emisiones de "discos dedicados". Sus ecos les llegaban a los emigrantes españoles que en Suiza, Francia o Alemania combatían su nostalgia con las coplas de Manolo Escobar. Lo acompañaban tres de sus hermanos. Eran Juan Gabriel, Baldomero y Salvador. Y se anunciaban como Manolo Escobar y sus guitarras. El primer apellido de ellos era García, poco comercial, así es que aquel adoptó el materno. Habían dejado su pueblo almeriense de El Ejido, mediada la década de los 50. Porque entonces era un pueblo sin oportunidades (no como ahora, transformado por los frutos tempranos que exportan por todo el mundo). Además, su padre, que tenía una fonda y una tienda de comestibles, estaba casi arruinado. Y los cuatro hermanos arribaron a una próspera Barcelona, donde Manolo ejerció de ocasional albañil, ebanista, envasador en una fábrica de productos químicos… Hasta alcanzar el puesto de administrativo en el Cuerpo de Correos. No sin antes, quitándose horas de sueño, aprobar el Bachillerato Elemental.

El fenómeno Manolo Escobar surgió a comienzos de 1961, cuando encabezó su primer espectáculo, después de tres años de lucha, yendo por los pueblos de la Costa Brava y actuando donde podía con sus hermanos. Luego lo contrató El Príncipe Gitano, que había estrenado "El Porompompero". Pero no pudo grabarlo por sus problemas con su casa de discos. Y entonces, tras pedirle permiso, Manolo Escobar convirtió el pasodoble del maestro Solano en su primer gran éxito, al punto de convertirse en número 1 en las listas japonesas. Con razón, empezaron a conocerlo como "Míster Porompompero". Y cuando, tras mucha lucha, ahorró lo suficiente para comprarse un chalé en Benidorm, lo bautizó con el título de su millonaria copla.

A todo esto se había enamorado en Playa de Aro de una alemana, Anita Marx. Ni ella hablaba una palabra de español ni él de la lengua germana. Pero como el cariño todo lo puede, se casarían a los tres meses, formando una felicísima pareja. No pudiendo tener descendencia, decidieron adoptar a Vanessa, que les colmó de ilusión y los convertiría con el tiempo en adorables abuelos.

Manolo Escobar siguió apuntándose más éxitos. Curiosamente, se quejaba, desde luego sin acritud, de que sus canciones nunca se clasificaban en el "hit parade" nacional. Evidente era que las ventas de sus discos superaban la de otros colegas. Así fueron popularizándose "Madrecita María del Carmen" (que no gustó a ésta), "Mujeres y vino", "Un beso en el puerto", "¡Ay, Caridad!", "Mi cortijo", "La rumbera", “Mi pequeña flor” (dedicada a su hija)… hasta llegar a su segundo gran éxito internacional, “Y viva España” que, compuesta por dos holandeses, Manolo no quería grabar. Pero su casa de discos, Belter (en la que él tenía muchos intereses, como socio) consiguió convencerlo. Se vendieron millones de discos en todo el mundo. Los turistas que venían a nuestro país los adquirían como rosquillas. Y cuando España ganó el mundial de fútbol, fue una especie de himno nacional coreado por miles y miles de aficionados. Lo mejor que, a nuestro juicio, grabó el artista almeriense fue una antología del cancionero, fechada en 1976, y una selección de pasodobles.

Su carrera siguió sin desmayo en sucesivas décadas. Un caso excepcional de auténtica vocación. Rotularon una calle con su nombre en su pueblo natal, una plaza en Almería y otra calle en la localidad turolense de La Cuba. En 2006 se embarcó en su espectáculo "De Manolo a Escobar", él y un pianista. Y hace un año emprendió una gira para despedirse de toda España. Pretendía alargar todo lo posible esa "tournée". Porque aseguraba que, mientras le respondiera la garganta, seguiría dale que dale a sus coplas. Que le salían del alma. Mejor: de su corazón.

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