Algo parecida a una carta de amor
Cariño, cuando leas la presente, parece que te estoy viendo, seguro sacarás el lápiz amarillo de penalizar las terminaciones en "inas". Apunta siete.
Mientras escribo algo parecido a una carta de amor, escucho el mar que va y viene, a veces solo parece que viene. De vez en cuando, una ola mayor que las otras hace más ruido que las demás al llegar a la orilla, en su retroceso los cantos y piedras que arrastra la resaca suenan a... no me sale la palabra, ¿cómo llamarías al sonido de las piedras cuando retroceden?, escríbeme y cuéntamelo. Cuéntamelo de esa manera tan tuya, colocando las palabras como gemas preciosas, una tras otras, íntimas, sin estorbarse. Cuéntamelo a tu manera, ya sabes de lo que hablo.
Cada día la quiero más, o le quiero más, y no sé si estoy cometiendo leísmo o laísmo cuando afirmo lo que afirmo bajo estas circunstancias nuestras tan difíciles.
La quiero con este amor poderoso, el más alto de todos los sentires pues desde la iluminada sombra, la quiero.
La quiero mientras escucho nuestra canción de otoño, y cuando el último sonido acaba. Sin paliativos, sin bendición eclesiástica, sin que me ampare la ley ni el yugo, la quiero.
Diga lo que diga el edil, la boticaria, el párroco… todos los de éste mi pueblo hipócrita de menguada frente, a ellos, a los que sus oficios de guardadores de la moral colectiva les obliga a mantener el respeto bajo palio. Aunque digan que sí y es que no... repudian la demostración de este amor tan poco ecuménico, como si nunca se hubieran querido dos mujeres de la manera en que tú y yo nos amamos.
Escucha cariño, te lo digo ahora en primerísima persona, bien alto, bien fuerte, bien claro, asomada al balcón de la luz, batiendo alas y voz: Te quiero niña, te voy a querer siempre, estés, o no estés, o estés a medias, estés aquí, o acullá, en la estratosfera o en la puerta de mi casa, en mi cama, o en mi pensamiento, entre mis piernas, o junto a ellas; te quiero con las entrañas, con el hígado... No sé por qué el corazón se tiene que subrogar el derecho a erigirse hábitat de los sentimientos. Te quiero con ganas, con flujos, con ansias, sin vergüenza, con los pechos erectos y la piel preparada.
Te quiero de mujer a mujer, entre dos espejos, el tuyo y el mío, abarloada a tu boca. A veces te quiero de manera egoísta, absurda y desesperada, solo para mi te quiero, y otras, porque te quiero, te suelto. También te quiero serenamente. Te quiero cuando gimo, cuando gimes, cuando no llegamos al placer al mismo ritmo, cuando sí que llegamos, cuando no estás, cuando vienes o te vas, te quiero.
Te quiero.
Que conste en acta, y dentro de diez lustros, cuando todos solo seamos recuerdos vagos de lo que fuimos, sombras aladas motas de polvo, ceniza, átomos, iones, Atón o Amón...te seguiré queriendo.
Isabel
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