Todo eso quedó claro y admitido por los dos. Pero me pasa algo con mi cuerpo, siento que no me pertenece.
Cada que rozo mi piel vienes a mí, cada caricia es tuya, si me peino veo tus manos enredándose en mi pelo, recuerdo como lo hacías mientras yo me abrazaba a ti. Mientras me enjabono son tus manos las que me recorren despacio. Si me toco la espalda, la cintura, las piernas tú apareces. Si me miro al espejo te veo a ti. Todo mi cuerpo eres tú, ¿cómo puede el amor apoderarse así, físicamente, del ser amado? Parece que pusiste un sello invisible en cada centímetro de mi ser.
Y si he de olvidarte, ¿qué hacer con mi cuerpo? Si pudiera quitármelo y guardarlo en el armario como quien se quita un abrigo sería un alivio. Olvidarse de él y cerrar la puerta, luego guardaría mi corazón en una cajita al fondo del cajón. Y después, aún quedaría mi alma, ahí también estás, ahí reinas. La verdad no sé si meterla en esta carta y enviarla al correo.
Rosario