Aquella estrecha carretera que bordeaba la Fuente del Berro y que ya no existe. Al pasar revivo el anochecer en el que me dijiste, con lágrimas en los ojos, que te casabas con otra. Ese día no sé por qué nos vimos, debí de llamarte y tú acudiste a mi llamada como siempre. Pero ya era tarde, te habías cansado de seguirme, de hacer todo lo posible y lo imposible por que te quisiera como tú me querías y nunca correspondí a tu amor.
No obstante, algo debió pasarme tiempo después, debí necesitarte para que acudieras y tras el abrazo del encuentro, un abrazo del que no podíamos, ni queríamos separarnos, te dije que te quería, quería volver contigo y tú abrazándome aún más fuerte rompiste a llorar mientras me decías "¡no puedo!
Me he comprometido, voy a casarme, dejar a la que va a ser mi esposa le causaría un gran dolor". Te supliqué, te pedí perdón por el daño que te había causado, y tú más apenado aún me dijiste "nunca seré feliz sin ti, nunca podré olvidarte, pero no dejaré a la mujer que me quiere y me está esperando".
No recuerdo el tiempo que estuvimos juntos, pero sí los abrazos, los besos que en ese tiempo nos dimos y el esfuerzo que nos costó separarnos. Y por fin, llorando, con un dolor que nos rompía el corazón nos alejamos.
Yo también me casé y por un tiempo creí haberte olvidado. Sin embargo, tu recuerdo nunca se alejó del todo y ansiaba que me buscaras. Solamente necesitaba verte, saber de ti y sí, me llamaste. Nos vimos unos minutos, apenas cruzamos unas palabras y fue un error. Deseábamos fundirnos en un abrazo y eso, no podía ser.
Una tarde, nos encontramos en el parque de atracciones, ibas con la familia y yo con la mía. Supe que seguías queriéndome como antes. Vi en tu mirada el amor y la tristeza.
Cuando menos lo esperaba alguien llamó a mi casa, pensé que era una equivocación, pero no. La persona que llamaba quería hablar conmigo, tú debías de haberle confiado cuánto me querías y llamó para decirme que habías muerto en un accidente.
Qué dolor más grande al acercarme a ti. Permanecí a tu lado como si también mi vida se hubiera ido. Cómo me dolía que te fueras y que nunca más pudieras estrecharme entre tus brazos.
¡Qué imperfección no valorar lo que tenemos hasta que lo perdemos! Y yo, desde que supe que ya nunca te tendría no pude olvidarte. Ahora valoro lo que nunca supe valorar. Sé que desde donde estés seguirás queriéndome y cuidando de mí. Gracias amor mío, gracias por amarme como nunca más nadie me ha amado.
Mónica