Recordaré para siempre lo que quise que fuese y no pudo ser. Abrazada a mí, recostada en mí, recortada en mí, olía su pelo, sentía su piel... no sentí nada igual en mi vida, que instante de gozo y paz... silencio... pero no puede ser nada más que en sueños. Ella va por otro camino distinto al mío, pero ha sido sin duda el mejor momento de mi vida. Tan sólo un sueño y su influencia durará para siempre, me ha hecho ser mejor persona tan sólo con su presencia y su voz, tan sólo, tan solo... qué feliz se puede llegar a ser, qué fina es la línea que separa la alegría de la tristeza.
Ojalá algún día me deje morir en sus brazos, un instante, un último instante, que durase un segundo, que perdurase para siempre.
Nunca me había acontecido nada igual, enamorarse es siempre un proceso largo en el tiempo, meses e incluso años, ahora y en escasos días veo en ella virtudes extraordinarias adornadas de una serena belleza, su voz suena como el sonido más maravilloso del mundo y su risa... su risa enamora, embelesa, adorna su cara... aislada reluce, entre otras destaca. Refulge como Venus en la mañana, como una Venus en el espejo, ni el incipiente Sol la oscurece...y eso me derrite. Hace de mí un infante, un chiquillo con nuevas ilusiones deseando probar lo nunca probado, nervioso...
En este inmenso mar, negro, frío, sin olas ni Luna, caes sin atisbar peligro alguno. Después de pasar toda tu existencia en ese titán de los océanos que es la juventud caes tratando de asirte al náufrago más cercano, pero la corriente te lleva, te aleja de los demás y... de pronto la ves, ahí está, intentas acercarte. Sin embargo, la corriente la aleja y te deja solo, sintiendo el gélido aliento de Caronte en tu nuca mientras flotamos en esta laguna Estigia, que es la existencia en soledad. Adiós, Eva, que seas feliz...
Juan