Se cumplieron los diecisiete
Se cumplieron los diecisiete,tras ellos quedaron tantas y tantas cosas... ¿ Verdad, nene?
Sí, quedaron tantas cosas y pocas veces mencionadas. De los aletargados, pero vivos mundos del pasado ,las sombras pueden caminar tras los mas bellos destellos. Mal hiciera si desmenuzando los tesoros escondidos, la masa oculta de lagrimas amargas y marcadas ,derrumbaran nuevos muros de tierra sobre ellos.
Cumpliste los diecisiete este día veinte pasado, y te preguntarás el por qué cuatro días después te escribo esta carta. La respuesta no es sencilla, pero lo intentare hijo mío.
Los recuerdos pueden ser hermosos, pases de diapositivas que la vida va destiñendo, pero que nos animan a seguir buscando la meta de lo esencial, para cada uno de nosotros, y consagrándolos en las mentes en pases continuos e infinitos.
Los recuerdos no solo son hermosos... y aquí esta la disuasoria y, a veces, inoportuna consciencia de tomar la maquina del tiempo sin saber dónde y cuándo poder bajar de ella.
Llegado este día, en que los temores me persiguen renglón tras renglón, enmascaro la valentía incierta, tras un muro de sentimientos para expresarte mi inmenso amor, renovandolo en este particular recuerdo: no puedo dejar de pensar en aquellos momentos que Dios me escogió para dar forma a una "rara" especie de padre. Qué hermosos relatos te conté junto a tu cama, cuántas sonrisas caminaron tras tus fantasías envueltas en sabanas de amor. Cuántos "te quiero, papá" desde lejos, en tu habitación... y si mi respuesta tardaba, volvías a gritar: "¡te quiero, papáaa!". Yo siempre te contestaba: "también yo, hijo mio; yo también", y se me caía la baba y a veces una lagrima.
El ejemplo, el camino que seguir o al que aferrarme no me fue marcado por nadie. No seguí las reglas marcadas por mi amado padre, por el abuelo, que en el cielo está. Las reglas me la impuso mi voluntad, la voluntad de amarte, hijo mío, a expensas de manejar hilos desiguales, de tomar rumbos en contra de tempestades. El destino ya no me pertenecía, hacer un sendero nuevo en el bosque frondoso de la aventura de vivir. Mi historia, mi vida tenían que ser compartidas. Vivir con la razón única de ser de dar la vida por ti, de andar ya por siempre juntos, de sentir y de intentar hacerte feliz.
Pasaron, los años. Mi niño es casi un hombrecito. Sus vientos pronto dejaran de ser los míos, los mares que navegamos juntos en el barquito de cascara de nuez ya no serán los mismos. Llegamos a puerto.
Ya no me siento el capitán del barco, los amarres se echaron con fuerza. Mi barco quedara varado en el muelle de los recuerdos, junto al maquinista anciano.
Pero recuerda una cosa, mi niño de diecisiete años, tu padre siempre te amará y regresará del mas lejano pasado para estar junto a ti en tu presente. En los buenos, en los malos, en los brillantes o en los sombríos momentos. Para, juntos, embarcar de nuevo y, de una manera u otra, poder sortearlos si así llegas a desearlo .
A mi amado hijo Manuel Jesús en el día de su cumpleaños.
Manu Conesa
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