Otra tarde más, has regresado de tu "cole". Has atravesado la puerta, muy despacio, pasito a pasito, cogida del brazo de las hijas. Has mirado hacia mi rincón, sonreído pero has continuado callada. "No te conoce", han repetido ellas, pero no saben que a mí no me importa, que yo si sé quién eres y que mi cariño no ha envejecido con los años.
¡Qué saben esas dos! Que se empeñaron en cambiar nuestra cama, aquella que estrenamos un frío día de febrero del 67. Testigo cómplice de nuestros momentos, por dos demasiado modernas, con mando que sube y baja a capricho. "Es mejor para mamá", dijeron, y yo callé por si era verdad. Pero no les he contado que cada noche buscas mi mano en la oscuridad y aprietas fuerte. Cuando aflojas sé que duermes, pero aún continúo agarrado a ti hasta que siento dolor en mi brazo extendido.
¿Qué no sabes quién soy? Quizás, es posible que tu mente me niegue, pero tu piel... Estoy seguro de que ella no ha olvidado mi piel.
Isabel