Él quería que fuera así, pues cuando estabas en la Tierra Tú, Madre mía, lo tenías siempre en tu corazón, me hablabas de él con total pasión, seguías el camino que él te decía. Fuiste la mejor Madre del mundo, demostrándolo día a día, nos amabas con locura, ese amor que yo sentí. Siempre te tuve aquí. Te quitabas el pan para dárnoslo a nosotros, tus hijos.
Fuiste madre y esposa ejemplar, amaste a tu marido, Mi Padre, y estuviste siempre a su lado, en los tiempos difíciles le demostraste tu amor más que nunca. Yo no vi un anillo de casada en tu mano, creo que lo tuvisteis que empeñar en los momentos difíciles que os toco vivir, que fueron muchos. Pero, tú, fuerte como siempre, dando ánimo a todo el que lo necesitaba ¿de ti ni siquiera te acordabas? Eras dar Amor, Cariño y tus manos para ayudar a todos los que tenías a tu alrededor.
Te agarraste al mundo con fuerza, pues te faltó de muy niña lo mejor, tus padres. Tú no los tuviste como yo te tuve a ti. Cuantas veces he pensado que contigo tuve el mayor tesoro que puede tener un ser humano. Tú y mi padre fuisteis mi pilar en mi niñez, no tuve cosas materiales y la comida faltó en muchas ocasiones, por causa ajena a vosotros, yo vi como tú sufrías y eso era lo más duro. Yo podía vivir sin tener el sustento suficiente, pero ver tu cara de tristeza me partía el corazón, este corazón que es tuyo, te pertenece como pertenece mi vida a ti.
Te fuiste un día sabiendo que te ibas, pero te fuiste tranquila porque sabías que nos dejabas a todos bien, con la familia que habíamos formado. Pero, Madre, te echo tanto de menos. No sé si fui una buena hija, pero incluso con mis defectos, que son muchos, creo que si, por lo menos que te he querido y te querré hasta encontrarme contigo, aunque seguramente mi domicilio estará más alejado que el tuyo, pero me conformare con verte de vez en cuando, aprovecharé el tiempo que esté a tu lado, te abrazaré y te daré los cincuenta besos que tú me pedías en el ocaso de tu vida, y yo te daba complacida.
Esta carta espero que llegue pronto hasta ti, y la puedas leer con la paz que hay allí. Me despido de ti diciéndote que, para mí, Dios, Tú y mi Padre estaréis conmigo siempre en mi corazón, yo sé que eso te hará muy feliz. Un abrazo y hasta que Dios quiera.
Reme