Si algo tiene Galicia además de vinos y marisco, es la enorme cultura por la moda, por destacar algunas industrias. Desde un Amancio Ortega con 'su' low cost inigualable en cuanto al modelo de empresa hasta llegar a diseñadores que en esta segunda jornada de la edición 57 de la MB-FWM han sido los reyes: María Barros y Roberto Verino, ambos de origen gallego -a pesar de que mamen también de otras culturas- han liderado este segundo día con sus historias que desde una breve pasarela han hecho viajar en el tiempo y en el estilo a todos aquellos que pudieron deleitar, sobre todo en vivo, sus respectivos desfiles. Mientras que los sevillanos Victorio y Lucchino no terminan de reencontrarse nuevamente. Puede que sea el estado anímico ligado a la inspiración de estos, pese a que ya esté en curso la solicitud voluntaria de la entrada en concurso de acreedores por parte de los creadores. De hecho, el juzgado de lo Mercantil número uno de Sevilla ha admitido el concurso voluntario que a mediados de enero habían presentado las sociedades Patrimonio de Moda y Victorio & Lucchino, Costura, Diseño y Moda.
En cualquier caso la pasarela hay que rentabilizarla. Y no parece que todos lo consigan. Mientras la firma de joyas Aristocrazy emplea la pasarela como un gancho al nuevo público –ya que esta firma podría ser la marca de ‘bajo precio’ de Joyería Suárez- otros diseñadores que temporada tras temporada hacen casi lo mismo que los gigantes de la industria textil, no venden.
Así, esta jornada ha sido bastante más impactante tras algunas decepciones que me llevé el primer día con algunos diseñadores en los que había depositado demasiadas esperanzas a juzgar por el éxito de otras ediciones. Será que, a lo mejor, los genios no pueden ir superándose hasta el infinito. Sin embargo, María Barros no deja de sorprenderme, lo cual me invita a pensar si es su juventud y su estilo en continuo proceso de maduración –de hecho, ya es su quinta presencia en la Pasarela Cibeles- lo que me convence cada día más del arte que hace.
Tal como María Barros atestigua, esta colección estuvo inspirada en el jazz. Aun me acuerdo que cuando le entrevisté en en esModa -entonces emitido desde esRadio Madrid en primavera de 2012- aseguraba que la musa la visitaba, con frecuencia, mientras escuchaba música. Si de algo sabe esta gallega es de estimular aun más la femineidad de la mujer.
Y, mientras unos la entierran bajo ropa suelta y masculina -como Rabaneda, quien compartió con ella espacio-, María la reivindica. En esta ocasión, los turbantes en el pelo no faltaron -pese a que el boom de estos fue hace dos años, poniéndolos de moda la casa francesa Dior o haciéndolos suyos Jenifer López para Tous-. Pero María les ha superado.
Enfundadas algunas modelos en vestidos tubo, destacaban sus zapatos de punta y aguja a lo 'chanel' blanco-negro, cuando no se trataba de zapato plano en color negro de los que sobresalía unos calcetines amarillos. Su preferida técnica del 'moulage' no pudo faltar. Y, pese a que fuera una colección para otoño e invierno, los colores como el amarillo, el azul eléctrico y el turquesa o el verde han estado presentes en perfecta armonía. Su desfile me trasladó a una especie de cabaret elegante en donde la mujer, independiente, no enterraba su auténtico papel. En cambio, Rabaneda, más apagado en cuanto a colores, y con una colección salpicada por la crisis en cuanto al nivel inspiracional, tal como deduzco, presentó a una mujer masculina que, como guiño a la necesidad de trabajar más que nunca en época de crisis -como también hizo Ralph Lauren en 2010 con su colección inspirada en el 'Gran Gatsby'- incorporando dos largas corbatas en el pantalón de la mujer en cada lado de la cadera.
No hay que omitir tampoco a Roberto Torretta quien más aplausos entre traje y traje se ha ganado. Muy sobria, eso sí, pero también elegante fue esta colección totalmente enfocada para otoño -con abrigos para esta temporada- e inviernos -con visones en colores camel y blancos-. Presentó a la mujer ejecutiva, funcional. Evocó una vez más al pragmatismo y a la elegancia que no flota sobre la ostentación tan mal vista en tiempos de crisis -a pesar de que muchos creadores consideren que es lo que hace falta para subir el ánimo, pero la tarjeta da para lo que da, si no queremos terminar como las psicóticas que padecen el SCC, tal como lo analizamos con César Vidal la semana pasada-. El color más vivo que se ha podido ver ha sido el rojo pasión; en las demás prendas, predominaba el negro, gris, azul oscuro. Abusó del cuero, como material de calidad pero socorrido. Si acaso, sobre el negro de piel vacuna añadió elementos naturales en tonos dorado, como hojas otoñales recién caídas de los árboles.
Roberto Verino, como decía, fue el otro rey de la moda española de esta jornada. Como siempre, no pasa desapercibida ni una sola prenda suya. Todo llama, todo transmite, todo engancha. Si bien se podría confundir en un momento dado un pantalón de Schllesser con uno de Torretta o de Rabaneda incluso, en la colección de Verino nada de esto ocurre. Cada pieza tiene su lugar de ser, su mensaje que transmitir. Pieles de primerísima calidad, no solo en abrigos o como elemento decorativos de otras prendas, sino también en el interior de unas botas. Roberto es, sin duda alguna, un hombre de contrastes; mientras para Torretta hubo una evolución de otoño cálido a invierno frío, en Verino se pasó, en esta ocasión, radicalmente de prendas muy frescas a las más cálidas para un frío siberiano. Inspirado en Schiaparelli o la actriz-modelo Berenson, no faltaron sombreros y demás complementos. Por no hablar de que el ‘hombre Verino’ es el único que sería capaz de salir a la calle sin que le mirasen raro.
Y con la misma fuerza, vimos a Aristocrazy, de la Joyería Suárez, que en esta ocasión modernizó la indumentaria de las modelos creando también vestidos y demás prendas negras para que esos maxi-collares y pulseras de tallas XXL resaltaran gracias a la sobriedad de la ropa, pues al final, las joyas eran una prenda más. Los hermanos Suárez apuntaron a que la ‘mujer Aristocrazy’ es una mujer guerrera, que lucha día a día, como la ‘fuerza de la mujer del s.XXI’ en palabras del equipo. Desde corsés y armaduras como metáfora de la protección y la seguridad, hasta el mensaje de que la vida no es siempre un camino de rosas tal como presentan sus rosas con espinas, pasando por una colecciones inspirada en gárgolas como guiño a la mitología y, como siempre, hasta llegar a los animales de los que suelen abusar ya. Fue un momento lleno de carácter y simbolismo.
Ángel Schllesser continuó con su geometría habitual, jugando con blanco y negro que ahora tanto se lleva –lo último que hay en Zara para primavera-. Y los hermanos Muñoz de Ailanto destacaron por sus cuadros, aunque fue una colección muy poco llamativa.
Y en cuanto a los sevillanos Victorio&Lucchino que por tan malos momentos pasan, destacaría que siguen en la línea austera en la que están estancados en los últimos años. Quizá es que el estado anímico de estos dos genios no pasa por el mejor momento, sin llegar a dudas. Una cosa que me llamó la atención fue el rojo de la suela de los zapatos; algo que tiene ya como exclusiva el zapatero por excelencia de la suela roja Louboutin, como hablábamos en su día en Dos Tacones tras haberle ganado el juicio a Yves Saint Laurent por la ‘exclusividad del rojo’. ¿Cómo registrar esto como propiedad intelectual? Un tema difícil, ¿verdad? Algún elemento floral, mucho baby doll, pero poco sabor español y escaso carácter, algo no habitual en estos dos grandes genios de la moda.